Esta experiencia debe haber durado a lo mejor dos
meses. Pero es que en ese tiempo, siempre que nos
acordamos ahora, cuando lo vivimos uno tiene el recuerdo de que eran tremendos períodos de tiempo, y no, eran
períodos así como de dos meses, tres meses. Bueno y
volvió el Gato y ahí hubo como un reencuentro, pero
también un reencuentro con nosotros mismos, al ver esa
imagen de Gato como que “ah de verás, así era la cosa”,
y ahí a todos nos empezó a crecer el pelo, los bigotes. Y
justo nos invitan a tocar.
Se celebraba el primer año de la Reforma Universitaria. La reforma se inició aquí en Chile en la Universidad
Católica de Valparaíso. Entonces la Católica de Valparaíso el 69 celebraba un año de la reforma universitaria. Y todos eran amigos de nosotros, todos ahí los de
la Universidad, los que organizaban el acto eran todos
amigos, compañeros de algunos estudios. Entonces nos
invitan, nos dicen “vengan a tocar”. “Ya po’…”. Vamos a
tocar, y llevamos estos instrumentos, estos instrumentos
nuevos que teníamos, Yamaha y todo, y el Gato a pata
pelada y con el pelo largo. Pero fue tácito, no hubo ningún acuerdo, estábamos además en ese ambiente, en la
Universidad, reforma universitaria, era una fiesta súper
volada, con una decoración increíble, no era para ponerse a tocar una cumbia para que todos bailaran. Había
otro ambiente. Salió solo, nos pusimos a improvisar. O
sea, lo mismo que hacíamos en la casa, así solos, de
repente lo hicimos con toda la gente. Y nos pusimos a
improvisar y fue súper bueno, porque se armó una cosa,
toda la gente agarró onda, y fue súper bueno. Para nosotros fue como descubrirnos nosotros mismos. Era eso lo
que finalmente más nos gustaba hacer. Toda esa locura
Mario, Gato y Eduardo en el living de la casa en
calle Viana, Viña del Mar. Fotografía original de
Francisco Rivera Scott.