el poema “Uva madura”, lo escribo casi entero en el propio lugar subiendo a Elqui.
De esta experiencia iba a nacer un poemario. De regreso a Viña del Mar, después de dos días, se produce
el verdadero milagro. El poemario “Mamalluca” es escrito
en una noche, salvo el poema “Clase Fantasma” que lo
escribo en París. Pero todo el resto de los poemas se
van escribiendo al mismo tiempo, saltando de una hoja a
la otra, de un fragmento de poema al otro. Es así como
se finaliza el primer homenaje poético, el primer reconocimiento de un poeta chileno hacia la grandeza de la
poesía de Mistral. Se cumple de esta manera el sueño de
muchos chilenos de ver cantada por nosotros su propio
terruño, la tierra que lo cobija, que lo ampara. Es así,
también, como en “Mamalluca”, yo adopto definitivamente el canto a nuestras tierras, a nuestros paisajes, a nuestra geografía y a nuestros pueblos, a nuestros gustos y
nuestros símbolos que nos hacen soñar, a nuestro mar, a
nuestro desierto.
Yo, si me siento poeta es porque alguna vez leí a Gabriela Mistral, alguna vez leí a un poeta francés, porque
alguna vez supe que existía esa huevada que se llama
poesía, si no no puedo haberme hecho poeta yo, con qué
razón lo iba a decir.
Eduardo tocando teclado en un concierto. Fotografía original de archivo Los Jaivas.