de la patria. Gabriela, por su parte, ya había abierto las
herméticas puertas nacionales con su canto ceremonial,
encantado, simple y rutinario. Su apego y amor a la tierra,
al planeta, la convierten en una voz universal, una poesía
que conmueve las fibras benévolas del Nóbel. Igual caso
y todavía en mayor magnitud, la voz de Neruda se alza en
el planeta y repleta de sabiduría y palabras hermosas y
ciertas nuestra geografía.
Macchu Picchu nos despierta definitivamente a la
vida, al planeta, al universo, al cosmos. Por primera vez
nos sentimos realmente chilenos, aflora, también, el orgullo nacional. En realidad había sido en Europa donde nos
habíamos chilenizado de una vez por todas. Habiendo salido de Chile y pasando a la Argentina, al llegar a Europa
éramos más sudamericanos, más latinoamericanos que
propiamente chilenos. Un viento de latinoamericanidad
invadía por esos tiempos al continente. No es casual la
participación de Pajarito Canzani (uruguayo) como bajista. Él se encontraba en Buenos Aires justamente cuando
nosotros hacíamos una pequeña temporada en una sala
de Corrientes. Fue ahí que nos conocimos. De ese día
hasta que se integra como bajista al grupo, pasa poco
tiempo, quizá algunas semanas. Después vino Albertito
Ledo (argentino) en el charango, flautas y voz. De esta
manera al llegar a Europa, ya costaba bastante decir que
éramos un grupo chileno. Sonaba raro y difícil de tragar
para Albertito y Pajarito. De todas maneras fueron los propios europeos quienes se encargaron de chilenizarnos y
hacernos definitivamente representantes de nuestro país.
Simplemente nos abrieron los ojos cuando en contra respuesta a nuestra respuesta cuando nos preguntaban que
de dónde éramos, nosotros respondíamos con presteza:
Gato, Mario, Eduardo, Gabriel y Claudio. Fotografía original de archivo Los Jaivas.