los desastres de la guerra DESASTRES DE LA GUERRA - Goya- | Page 176
con abrir la ventana o pasear por la calle la miseria de seres famélicos
le asedia su mente, le hiere su sensibilidad. No es insensible al sufrimiento
del pueblo. Él es un privilegiado que no vive directamente tanta catástrofe,
tanta desolación, pero necesita, como deber moral de hombre progresista,
para sentirse mejor consigo mismo, el narrar las situaciones materiales pro-
vocadas por la barbarie de la guerra. Calles con cadáveres, seres famélicos
que pululan como espectros o postrados en cada rincón. Una vez más a ellos
se refiere en esta plancha. Heridos, madres des- nutridas amamantando en
plena calle, niños harapientos semidesnudos con gesto y postura amedren-
tada, figuras tumbadas en el suelo: Todos ellos bajo ese manto arqueado de
sombras. Al exterior dos mujeres enfrascadas en su conversación atraviesan
con indiferencia protectora frente a la miseria tan cercana. El permanente
recurso de la contradicción. La vida sigue indiferente a la amargura y el
dolor de unos y la serenidad indiferente o esquiva de otros. Esa sensación de
que pese a todo, pese al horror más desgarrado y siniestro la vida sigue.
Otra secuencia de su serena, y apasionada a la vez, manera de mi-
rar para sentir, de sentir para ver, de ver para explicarlo, para denunciarlo.
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