los desastres de la guerra DESASTRES DE LA GUERRA - Goya- | Page 148
e incendios en una noche en llamas, ahora es en campo abierto donde la
multitud huye para ponerse a salvo. Atrás queda la silueta de un cerro con
un castillo derruido (tan típico de muchos de nuestros pueblos) y más abajo
los perfiles de las casas de una población.
Huyen, escapan de un enemigo al que temen y que parece aproxi-
marse por la derecha. No lo vemos, pero la composición que muestra nos la
hace comprensible. Casi parecemos entrever que aparecerán las tropas por
el lado de la derecha. Tanto la figura del cura de aldea que no se desprende
de la bolsa (dinero?), cómo el hombre a su lado expresan esa presencia. La
mujer que mira asustada e intenta coger a su hijo que llora vuelve la cabeza
(ambos en la misma dirección), junto a algunas de las miradas de las figu-
ras más al fondo, permiten asegurar la presencia cercana del enemigo y el
terror consiguiente.
En una sorprendente composición, la diagonal vuelve a mostrar su
eficacia. Goya, coloca los personajes principales para con ellos darnos la
información a través de gestos y la expresividad de sus rostros, de cuanto
les viene encima. El resto de las figuras enmarcadas en tan soberbio paisaje
nos ayudan a comprender mejor la tragedia de un pueblo que huye. Hom-
bres, mujeres y niños. Todos se marchan. Atrás queda el pueblo abandonado
y consigo llevan el dolor, la incertidumbre del mañana qué.
Bastaría fijarnos en el rostro y la actitud del cura, huyendo el pri-
mero sin preocuparse de otra cosa que de sus pertenencias (curiosamente el
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