los desastres de la guerra DESASTRES DE LA GUERRA - Goya- | Page 126
mero reducido de personajes y situarlos en un primer término que cargue
con la responsabilidad visual de entrar en nuestra retina de espectadores
sin distracción, con fuerza. En esta plancha, dos figuras contrapuestas.
Una, el ahorcado en el eje central de la composición, muestra la pesada
figura de un hombre ahorcado, cuelga sin vida, pero su peso nos lacera. Con
escasos trazos, Goya, nos trasmite la fisicidad del hecho y su bofetada moral.
La otra, es el militar que establece una mirada, que puede parecer contra-
dictoria, de indiferencia reflexiva, pero que, sin embargo, encaja con ese
construir murallas defensivas frente a la pesadumbre o la culpabilidad. Esa
es otra de las consecuencias de la guerra: blindar la conciencia frente al mal
realizado, frente a la degradación moral propia. Allí donde la ética habría
puesto reparos, en circunstancias menos extremas, nuestro cerebro disculpa,
encuentra razones para ahuyentar al corazón y que no moleste. La expre-
sión del militar, la serena frialdad con la que mira su macabra acción nos
habla de esa disculpa e incluso de la afirmación positiva, orgullosa. Una
afirmación que presupone que al enemigo ni agua, que como tal enemigo
debes destruirlo sin más. Son acciones que no sirve plantearse en el terreno
de la conciencia, pues la conciencia ha sido previamente preparada para
el dislate moral, para su ceguera ética. De ahí sale esa escalofriante acti-
tud contemplativa sin que nada parezca conmover. Es más, hay una cierta
delectación en esa pose de tranquila y cómoda contemplación desafiante
colocando uno de sus brazos en jarras y el otro apoyado en una piedra, en la
que sin que podamos adivinarlo, Goya trató de incorporar alguna leyenda.
La composición es claramente triangular donde el vértice superior coincide
con la pequeña horca del árbol del ahorcado (valga el juego semántico-
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