a quienes se les obligaba a utilizar vestidos distintivos y que tenían que pagar impuestos. Era un colectivo formado principalmente de antiguas esclavas y de extranjeras, y tenían un gran renombre en sus capacidades de danza y música, así como por sus talentos físicos. Existen evidencias de que, al contrario de la mayoría del resto de las mujeres griegas de la época, las heteras recibían educación. También es importante señalar que las heteras no sólo eran las únicas mujeres que podían tomar parte en los simposios, sino que sus opiniones y creencias eran además muy respetadas por los hombres.
Se han encontrado algunas similitudes entre las heteras griegas y las oirans japonesas o las kisaeng coreanas, figuras todas ellas complejas y posiblemente intermedias entre prostitutas y damas de compañía.
Entre las heteras más famosas se encontraban Friné, Targelia, una renombrada hetera jónica de los tiempos antiguos, Aspasia, compañera durante mucho tiempo del político ateniense Pericles, y Tais, una concubina de Ptolomeo I Sóter, general de la expedición de Alejandro Magno y posterior rey de Egipto. Las heteras estaban mejor consideradas que las simples prostitutas (πόρναι pórnai).
Mientras que las mujeres respetables usaban vestidos de lana o lino para evitar que su cuerpo fuese objeto de las miradas de hombres que no fuesen sus maridos, las hetairas vestían ropajes de gasa de gran transparencia, que en muchas ocasiones eran de color azafranado. También se maquillaban con polvos blancos, moda que sugería que una mujer con la piel blanca no tenía que trabajar, es decir, que no estaba expuesta al sol por necesidad. Sus peinados, como los de las mujeres de clase alta, eran complicados y llenos de postizos.