Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 81

sumisa cíber o sumisa real? ¡Cuéntame, por favor! —increpé, bombardeando a mi interlocutora con una ráfaga de preguntas. ANAPAULA35: Jajajajajajajajaja. ¡Qué curiosa eres! Imagino que estás llena de dudas, ¿no es así? Tranquila, a todas nos pasa la primera vez. Marta: ¿La primera vez? ¿Tanto se me nota? Mira, no sé qué soy ni dejo de ser: sólo sé que, hasta ayer, como aquel que dice, no sabía nada de BDSM, y en sólo dos días he aprendido un montón de cosas y conocido a un AMO, ¡empeñado en que yo sea su sumi! ANAPAULA35: Jajajajajajajajaja. Mira, Marta, esa decisión sólo la puedes tomar tú. Sólo te digo que ser sumisa es maravilloso, si tienes la suerte de encontrar a un AMO de verdad. A mí me ha cambiado la vida, te lo aseguro, y me atrevería a decirte que, aunque sólo fuera por curiosidad, te permitieras el lujo de probar la experiencia: ¡nunca sabemos la de cosas que tenemos dentro hasta que no rompemos los miedos y nos atrevemos a vivirlas! Marta: Sí, en eso llevas razón, pero, dime: ¿por qué te ha cambiado la vida? ANAPAULA35: Por muchas cosas: siento que quiero estar con él, que me excito haciéndole feliz, que me encanta provocarlo para que me haga feliz a mí. En fin. ¿Te imaginas? ¿Quién me iba a decir que me iba a correr sólo con escuchar silbar su látigo tras de mí? La última frase, de repente, me situó frente al verdadero interlocutor de ese interminable e instructivo mensaje privado: ¡AMOSAPIENS! ¡Era AMOSAPIENS! ¿Será canalla? Claro, pensé, ¿cómo no se me había ocurrido, si él nunca se había retrasado ni faltado a sus citas? Además, la frase del látigo la había repetido Sapiens más veces que un abuelo cuenta las batallitas de la mili a sus nietos. ¡Vaya juego sucio! Me di cuenta de que EL MAESTRO no dudó en utilizar otro nick, con ánimo de recrear una complicidad de mujer a mujer e intentar persuadirme de nuevo con el tema de la sumisión. Definitivamente: el chat no era tan privado como le parece al novato que acaba de entrar en él, y si, por ejemplo, en su día y para jugar, yo cambié mil veces de nick, ¿por qué no iba a hacerlo ahora Sapiens para conseguir sus propósitos? Me pareció retorcida y a la vez canallesca su última jugada de nombre y sexo falso, aunque también, de nuevo, volvió a enternecerme aquel AMO del norte que parecía no guardar muchas más tácticas y trucos en los bolsillos para hacerse, ¡por fin!, con una sumisa insumisa. Aquella ternura me condujo a evocar un bolero, pero después de memorizar su letra pensé que los AMOS, para conquistar, nunca cantarían aquello de: No hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo. ¿Es