Literatura BDSM El Límite de La Tentación ( Eve Berlin ) | Page 184

Era un dibujo maravilloso hecho con carboncillo sobre papel grueso, enmarcado en negro contra un paspartú de color crema clásico: ella recostada en el sofá, desnuda, con una rodilla inclinada, la cabeza levantada, la mirada concentrada, llena de promesa sexual. Aunque estaba sola en la habitación y, ciertamente, jamás se había sentido cohibida por su cuerpo, notó que se ruborizaba. Era por lo que aquello significaba: que él la hubiera dibujado, que se hubiera molestado en enmarcar el dibujo, que lo hubiera colgado en su habitación en vez de en la galería de su obra que tenía en el pasillo. Notó una oleada de calor en el pecho. Más tarde, tendría que preguntarle sobre aquello. Pero ahora tenía algo más importante que hacer. Abrió el cajón superior del tocador, donde ella sabía que guardaba unos cuantos juguetes, incluyendo un collar de cuero negro, una cosa de la que ella siempre había huido. Le parecía un signo de propiedad excesivo, y las que se lo ponían eran demasiado sumisas. Pero, en ese momento, ella supo que quería llevarlo para él; quería que él se lo pusiera alrededor del cuello. Quería la sensación de ser suya, de notarlo en lo más profundo de los huesos. Y sabía que esa era la única forma de llegar hasta allí. Se apartó el pelo de la cara, se puso de rodillas sobre la alfombra al final de la cama, de cara a la puerta y se quedó quieta mientras escuchaba el suave murmullo de su voz en la otra habitación. No quería escuchar a escondidas, pero le gustaba oírle hablar sobre su trabajo, con un tono plenamente profesional. Confiado. Muy capacitado. Sexual. Tenía el cuerpo descontrolado por el deseo; el deseo físico de querer notar su contacto, el deseo más poderoso de ser suya. También permanecía la sensación de extrañeza de ver que ella se moría de ganas de utilizar ese nuevo artilugio, algo que jamás había deseado con otro hombre. Cuando él volvió a la habitación, ella temblaba y la encontró con los brazos estirados y el collar de cuero en las manos. En el suelo, delante de ella, había dejado una venda de cuero, otro artículo que en el pasado había sido tabú, y un par de esposas de cuero. Connor arqueó las cejas. —¿Mischa? —Connor… —Tuvo que detenerse para tomar aliento. Parecía tan inmensamente importante. A continuación, siguió hablando con voz tranquila—. Necesito decírtelo… Ahora lo entiendo. Entiendo qué significa entregarme a ti. No lo podría haber hecho con un hombre por el que no sintiera nada. Y sentí algo por ti desde el principio, aunque entonces no lo reconocí; solo lo he entendido a posteriori. Pero incluso entonces, no me podía entregar plenamente a ti hasta que confiara del todo en ti, hasta que confiara en mí. Pero es algo más profundo que eso. Porque no podía encontrar la confianza hasta que encontrara el amor. Connor se acercó y se inclinó encima de ella. —Mischa… —Le acarició la cara, antes de tocar el collar desplegado en su palma—. ¿Realmente, lo quieres? Ella asintió. —Del todo. Es mi regalo. No solo entregar YK