Juan Abreu
Diosa
puedo articular ni el más mínimo movimiento. La grupa alzada, la
cintura quebrada, la espalda encorvada, la frente sobre la superficie
de la tarima.
Hay un momento de expectación. Como si todos aguardaran las
palabras del artista, pero la voz de Maestro Yuko no se deja escuchar.
¡Cuánto me gustaría oír su voz!
La imagino gruesa, aceitada como una espada.
Han situado una mesilla metálica a mi lado. Sobre ella están los
materiales que mi Maestro necesita para el nuevo ritual. Para la
nueva obra. Ruido de cerillas al encenderse. La luz se atenúa. El
reflector me enfoca.
Ahora, muchos de los espectadores se hallan en cuclillas. Si
tuerzo un poco el cuello, puedo ver algunos rostros. Un oriental de
rasgos acerados, de pelo muy lacio; una mujer mayor, al menos
sesenta años, cuyo rostro exhibe una devoción indefinible; un joven
occidental de mandíbula prominente, piel tersa y ojos azulísimos; un
ejecutivo elegantemente vestido, que lleva corbata a rayas.
Los distingo como embadurnados, como cubiertos de una
película láctea.
Maestro Yuko comienza a dibujar con cera ardiente sobre mi
cuerpo. ¿Dragones? ¿Odaliscas? ¿Paisajes nevados? ¿Lagos
encantados? Mi espalda y mis nalgas son su lienzo.
Salvo el primer momento de sorpresa, no siento apenas dolor.
Vuelvo a sollozar de ternura, de agradecimiento.
Muy quedo.
Las gotas, los chorros,
forma de espátula o pincel, ¿o
mi piel despertando matices,
La admiración se apodera de
de asombro, de sorpresa.
los barridos de algún instrumento en
son sus sabios dedos?, se abaten sobre
siluetas, paisajes, animales fabulosos.
los presentes. Escucho exclamaciones
Resuena un respetuoso aplauso.
¿Pasa el tiempo?
Los rostros al alcance de mi mirada se han transformado: lucen
enardecidos; una dama aprieta los dientes. Asoma una lengua,
pegajosa. Un anciano despliega una sonrisa extraña. El hombre
trajeado se mete dos dedos en la boca, los ensaliva. Los orificios
nasales tiemblan. Una mano entra en un escote. Unos muslos se
abren. Un torso se desnuda.
La confección de la obra se prolonga durante ¿veinte minutos?,
¿cuarenta?; no lo puedo determinar.
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