Juan Abreu
Diosa
desagradable. Pero, en ocasiones, hablan de las experiencias de
Sumisas de forma expedita y honrada. Las más instructivas son
aquellas en las que el Master o Amo obliga a la Sumisa a llevar un
diario público. En el que se describen las actividades de la pareja.
De esta forma nos enteramos de que varios Amos se reunían
para pasar el fin de semana en una casa alquilada en las afueras de
la ciudad. Allí las Sumisas competían a ver cuál de ellas sabía
complacer mejor a su Amo.
Muchas noches soñé con ser una de las Sumisas invitadas.
Amanecía muy mojada y tenía que masturbarme.
Uno de los diarios hablaba de la ocasión en que una Sumisa
sirvió como árbol de Navidad en una reunión de Amos. Permaneció
horas en un rincón, engalanada, llena de lucecitas, guirnaldas y bolas
de cristal.
Sentí unos intensos deseos de ser usada no ya como árbol de
Navidad, sino como maceta del árbol, como tierra, como alfombra. La
imagen de la Sumisa iluminada, inmóvil, me parecía enternecedora,
deseable.
Las experiencias de estas Sumisas, empezábamos a
acostumbrarnos al término, alimentaron nuestros deseos de explorar
fantasías de dominio, en lo concerniente a Rodrigo, y de sumisión en
lo referente a mí.
Rodrigo leyó todo lo que encontró acerca de las técnicas del
bondage. Aprendió a hacer nudos y amarres que cortaban la
respiración y me sumían en una especie de éxtasis. Al principio nos
limitamos a posiciones sencillas, mientras mi marido pulía sus recién
adquiridas habilidades. Pero con el paso de las semanas la situación
ganó en complejidad y encanto. En cierta ocasión permanecí horas
atada a la pata de la mesa, mi cuerpo cubierto con una red que
dibujaba rombos, triángulos, y se hundía en mi carne provocándome
un nuevo y delicioso escozor.
Resulta imposible describirles lo que disfruté allí echada. Lo
agradecida que me sentí.
Rodrigo acondicionó una habitación pequeña, que usábamos
como trastero, a manera de mazmorra. Según habíamos visto en
Internet, la mazmorra es el escenario del castigo. El lugar donde la
Sumisa es atada, zurrada, recluida. «Su» sitio. Rodrigo instaló argollas
para facilitar su tarea, vació un armario de mantas y toallas y lo llenó
de cuerdas de diferentes tipos, velas, varas de bambú, fustas y otros
enseres.
El nivel de castigo
proporcionalmente.
aumentó;
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mi
nivel
de
goce
crecía