Literatura BDSM Cincuenta sombras más oscuras | Page 265
cantarina de una niña pequeña.
—¿A qué te refieres, Leila? —pregunto con toda la amabilidad de la que
soy capaz.
—El Amo, el señor Grey, permite que le llames por su nombre.
—Yo no soy su sumisa, Leila. Esto… el Amo entiende que yo soy incapaz e
inadecuada para cumplir ese papel.
Ella inclina la cabeza hacia el otro lado. Es un gesto de lo más inquietante y
antinatural.
—Ina…de…cuada. —Experimenta la palabra, la dice en voz alta, tratando
de saber qué sensación le produce en la lengua—. Pero el Amo es feliz. Yo le he visto.
Ríe y sonríe. Esas reacciones son raras… muy raras en él.
Oh.
—Tú te pareces a mí. —Leila cambia de actitud, cogiéndome por sorpresa,
y creo que por primera vez fija realmente sus ojos en mí—. Al Amo le gustan
obedientes y que se parezcan a ti y a mí. Las demás, todas lo mismo… todas lo
mismo… y sin embargo tú duermes en su cama. Yo te vi.
¡Oh, no! Ella estaba en la habitación. No eran imaginaciones mías.
—¿Tú me viste en su cama? —susurro.
—Yo nunca dormí en la cama del Amo —murmura.
Es como un espectro etéreo, perdido. Como una persona a medias. Parece
tan leve y frágil, y a pesar de llevar un arma, de pronto siento una abrumadora
compasión por ella. Ahora sujeta la pistola con las dos manos, y yo abro tanto los ojos
que amenazan con salírseme de las órbitas.
—¿Por qué al Amo le gustamos así? Eso me hace pensar que… que… el
Amo es oscuro… el Amo es un hombre oscuro, pero yo le quiero.
No, no lo es, grito en mi fuero interno. Él no es oscuro. Él es un hombre
bueno, y no está sumido en la oscuridad. Está conmigo, a plena luz. Y ahora ella está
aquí, intentando arrastrarle de vuelta a las sombras con la retorcida idea de que le
quiere.
—Leila, ¿quieres darme la pistola? —pregunto con suavidad.
Sus manos la aferran con más fuerza, y se lleva la pistola al pecho.
—Esto es mío. Es lo único que me queda. —Acaricia el arma con
delicadeza—. Así ella podrá reunirse con su amor.
¡Santo Dios! ¿Qué amor… Christian? Siento como si me hubiera dado un
puñetazo en el estómago. Sé que él aparecerá en cualquier momento para averiguar por
qué estoy tardando tanto. ¿Tiene la intención de dispararle? La idea es tan terrorífica
que se me forma un enorme nudo en la garganta. Se hincha y me duele, y casi me ahoga,
al igual que el miedo que se acumula y me oprime el estómago.
Justo en ese momento, la puerta se abre de golpe y Christian aparece en el
umbral, seguido de Taylor.