Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 409
Sonríe, se inclina y me da un beso rápido en los labios, luego me coge de la
mano y nos vamos.
Fuera, al relativo frío de la tenue luz que precede al alba, el aparcacoches le
entrega a Christian las llaves de un coche deportivo de capota de lona. Miro
arqueando una ceja a Christian, y él me sonríe satisfecho.
—A veces es genial que sea quien soy, ¿eh? —dice con una sonrisa cómplice que
no puedo evitar emular.
Cuando está contento y relajado, es un encanto. Me abre la puerta con una
reverencia exagerada y subo. Está de excelente humor.
—¿Adónde vamos?
—Ya lo verás.
Sonriente, arranca el coche y salimos a Savannah Parkway. Programa el GPS,
luego pulsa un botón en el volante y una pieza clásica orquestal inunda el
vehículo.
—¿Qué es? —pregunto mientras el sonido dulcísimo de un centenar de violines
nos envuelve.
—Es de La Traviata, una ópera de Verdi.
Madre mía, es preciosa.
—¿La Traviata? He oído hablar de ella, pero no sé dónde. ¿Qué significa?
Christian me mira de reojo y sonríe.
—Bueno, literalmente, «la descarriada». Está basada en La dama de las camelias,
de Alejandro Dumas.
—Ah, la he leído.
—Lo suponía.
—La desgraciada cortesana. —Me estremezco incómoda en el mullido asiento
de cuero. ¿Intenta decirme algo?—. Mmm, es una historia deprimente —murmuro.
—¿Demasiado deprimente? ¿Quieres poner otra cosa? Está sonando en el iPod.
Christian exhibe otra vez su sonrisa secreta.
No veo el iPod por ninguna parte. Toca la pantalla del panel de mandos que hay
entre los dos y, tachán, aparece la lista de temas.
—Elige tú.
Esboza una sonrisa y sé de inmediato que es un desafío.