Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 272
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La llama de la vela quema demasiado. Parpadea y fluctúa con el aire abrasador, un
aire que no alivia el calor. Las suaves alas de gasa se baten de un lado a otro en la
oscuridad, rociando de escamas polvorientas el círculo de luz. Me esfuerzo por
resistir, pero me atrae. Luego todo es muy luminoso y vuelo demasiado cerca del
sol, deslumbrada por la luz, abrasándome y derritiéndome de calor, agotada de
intentar mantenerme en el aire. Estoy ardiendo. El calor es asfixiante, sofocante.
Me despierta.
Abro los ojos y me encuentro abrazada por Christian Grey. Me envuelve como
el patriota victorioso lo hace en su bandera. Está profundamente dormido, con la
cabeza en mi pecho, el brazo por encima de mí, estrechándome contra su cuerpo,
con una pierna echada por encima de las mías. Me asfixia con el calor de su
cuerpo, y me pesa. Me tomo un momento para digerir que aún está en mi cama y
dormido como un tronco, y que ya hay luz fuera, luz de día. Ha pasado la noche
entera conmigo.
Tengo el brazo derecho extendido, sin duda en busca de algún sitio fresco y,
mientras proceso el hecho de que aún está conmigo, se me ocurre que puedo
tocarlo. Está dormido. Tímidamente, levanto la mano y paseo las yemas de los
dedos por su espalda. Oigo un gruñido gutural de angustia, y se revuelve. Me
acaricia el pecho con la nariz e inspira hondo mientras se despierta. Sus ojos grises,
soñolientos y parpadeantes, se topan con los míos por debajo de su mata de pelo
alborotado.
—Buenos días —masculla, y frunce el ceño—. Dios, hasta mientras duermo me
siento atraído por ti.
Se mueve despacio, despegando sus extremidades de mí mientras se orienta.
Noto su erección contra mi cadera. Percibe mi cara de asombro y me dedica una
sonrisa lenta y sensual.
—Mmm, esto promete, pero creo que deberíamos esperar al domingo.