Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 221

público se sienta y cesan los aplausos. —¡Mira a aquel tipo! —cuchichea entusiasmada una de las chicas sentadas a mi lado. —¡Está buenísimo! —le contesta la otra. Me pongo tensa. Estoy segura de que no hablan del profesor Collins. —Tiene que ser Christian Grey. —¿Está libre? Se me ponen los pelos de punta. —Creo que no —murmuro. —Oh —exclaman las chicas mirándome sorprendidas. —Creo que es gay —mascullo. —Qué lástima —se lamenta una de las chicas. Mientras el rector se levanta y da comienzo al acto con su discurso, veo que Christian recorre disimuladamente la sala con la mirada. Me hundo en mi asiento y encojo los hombros para que no me vea. Fracaso estrepitosamente, porque un segundo después sus ojos encuentran los míos. Me mira con rostro impasible, totalmente inescrutable. Me remuevo incómoda en mi asiento, hipnotizada por su mirada, y me ruborizo ligeramente. De pronto recuerdo mi sueño de esta mañana y se me contraen los músculos del vientre. Respiro hondo. Sus labios esbozan una leve y efímera sonrisa. Cierra un instante los ojos y al abrirlos recupera su expresión indiferente. Lanza una rápida mirada al rector y luego fija la vista al frente, en el emblema de la universidad colgado en la entrada. No vuelve a dirigir sus ojos hacia mí. El rector continúa con su monótono discurso, y Christian sigue sin mirarme. Mira fijamente hacia delante. ¿Por qué no me mira? ¿Habrá cambiado de idea? Me inunda una oleada de inquietud. Quizá el hecho de que me marchara anoche fue el final también para él. Se ha aburrido de esperar a que me decida. Oh, no, quizá lo he fastidiado todo. Recuerdo su e-mail de anoche. Quizá esté enfadado porque no le he contestado. De pronto la señorita Katherine Kavanagh avanza por el estrado y la sala irrumpe en aplausos. El rector se sienta y Kate se echa la bonita melena hacia atrás y coloca sus papeles en el atril. Se toma su tiempo y no se siente intimidada por el millar de personas que están mirándola. Cuando está lista, sonríe, levanta la mirada hacia la multitud fascinada y empieza su discurso con elocuencia. Está tranquila y se muestra divertida. Las chicas sentadas a mi lado se ríen a carcajadas con su primera broma. Oh, Katherine Kavanagh, tú si que sabes pronunciar un