Literatura BDSM Cincuenta sombras de Grey ( E.L. James ) | Page 171
No, no, no puedo. Me cubro la cara con las manos. No es manera de mantener una
relación. Necesito dormir un poco. Estoy agotada. Las travesuras físicas que he
hecho en las últimas veinticuatro horas han sido francamente agotadoras. Y
mentalmente… Oh, es demasiado. Como diría José, una auténtica jodienda mental.
Quizá por la mañana no me parezca una broma de mal gusto.
Me levanto y me cambio rápidamente. Quizá debería pedirle prestado a Kate su
pijama rosa de franela. Necesito el contacto de algo mimoso y tranquilizador. Voy
al baño a lavarme los dientes en camiseta y pantalones cortos de pijama.
Me miro en el espejo del baño. No puedes estar planteándotelo en serio… Mi
subconsciente parece cuerda y racional, no mordaz, como suele ser. La diosa que
llevo dentro no deja de dar saltitos y palmas como una niña de cinco años. Por
favor, di que sí… si no, acabaremos solas con un montón de gatos y tus novelas
por única compañía.
El único hombre que me ha atraído, y llega con un maldito contrato, un látigo y
un sinfín de puntos y cláusulas. Bueno, al menos he conseguido lo que quería este
fin de semana. La diosa que llevo dentro deja de saltar y sonríe con serenidad. ¡Oh,
sí…!, articula con los labios asintiendo con aire de suficiencia. Me ruborizo al
recordar sus manos y su boca sobre mí, su cuerpo dentro del mío. Cierro los ojos y
siento en lo más hondo la exquisita tensión de mis músculos. Quiero hacerlo una y
otra vez. Quizá si solo me quedo con el sexo… ¿lo aceptaría? Me temo que no.
¿Soy sumisa? Quizá lo parezco. Quizá le di esa impresión en la entrevista. Soy
tímida, sí… pero ¿sumisa? Dejo que Kate me avasalle… ¿Es lo mismo? Y esos
límites tolerables… Alucino, aunque me tranquiliza saber que tenemos que
discutirlos.
Vuelvo a mi habitación. Es demasiado en lo que pensar. Necesito aclararme,
planteármelo por la mañana, cuando esté fresca. Guardo los transgresores
documentos en el bolso. Mañana… mañana será otro día. Me meto en la cama,
apago la luz y me tumbo mirando al techo. Ojalá no lo hubiera conocido nunca. La
diosa que llevo dentro cabecea. Las dos sabemos que es mentira. Nunca me había
sentido tan viva.
Cierro los ojos y me sumerjo en un sueño profundo en el que de vez en cuando
veo camas de cuatro postes, grilletes e intensos ojos grises.
A la mañana siguiente Kate me despierta.
—Ana, llevo llamándote un buen rato. ¿Te has desmayado?
Mis ojos se niegan a abrirse. No solo se ha levantado, sino que ha salido a correr.