LICEO ANTIOQUEÑO DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA LICEO UDEA | Page 117

De Liceo a Ciudadela Universitaria. Historia de la sede de Robledo de la Universidad de Antioquia
Escena diaria: Este es el cuadro de imágenes que a diario les toca contemplar a más de 200 familias que viven en inmediaciones de los establecimientos educativos Pascual Bravo y Liceo Antioqueño. La escena lleva años repitiéndose.
Hace algunos meses directivas de varios colegios decidieron borrar del mapa las rutas de los buses que atendían el sector. Los carros distribuidores de leche van esporádicamente. Los de la basura ya no aparecen. Igual sucede con los de las gaseosas y de servicio urbano. Es una comunidad que vive completamente incomunicada. Ya ni los amigos asoman las narices. Se les acabó la vida social, la tranquilidad. Ocurre en las unidades residenciales localizadas en inmediaciones del bachillerato del Pascual Bravo y del Liceo Antioqueño, donde diariamente más de 200 familias se ven acorraladas por estudiantes y policías.
Desde muy temprano son separadas de la vida de la ciudad por un cordón de uniformados y un prolongado repique de petardos y bombas que adolescentes lanzan desde las mallas de las instituciones.
Están desesperadas. Los niños no tienen espacio para recrearse. Los ancianos menos. Cuando comienza el voleo de piedra nadie puede moverse de su sitio. Los que están por fuera de las casas deben permanecer detrás de los policías todo el tiempo que dure el desorden. Los que quedan adentro se dedican a salvaguardar los artículos valiosos porque en cualquier momento salta el ventanal hecho pedazos. Así ha ocurrido innumerables veces, tanto que ni uno solo de los apartamentos de la unidad residencial Jorge Robledo, repartidos en 23 bloques, tiene en sus ventanas los vidrios originales.
Ya se han presentado casos de niños heridos. Sucedió en una de tantas mañanas de problemas. Un anciano conducía desprevenidamente su vehículo, cuando estalló el conflicto. Su nieto, que viajaba a su lado recibió el primer aviso: una pedrada en la cabeza que le significó varios puntos de sutura. Lo atendieron en la portería de la Unidad mientras los agentes patrullaban la zona y los pelaos del Liceo seguían tirando piedras.
Pero esta situación no es nada nueva. La zozobra viene desde hace once años en esa unidad.“ En ese entonces, recuerdan los primeros moradores, los líos no eran tan seguidos, teníamos algo de tranquilidad. Pero ahora nada”.
Sólo los fines de semana pueden tener una vida en paz.“ Son apenas dos días a la semana, cuando realmente nos podemos sentir en calor de hogar. Ahí aprovechamos para caminar por la zona, para salir algún rato de los apartamentos”.
La preocupación de los habitantes es cada vez mayor, y es así como algunos han intentado vender sus residencias pero no han podido porque, en realidad, no hay quien les compre. Los que han logrado salir de ahí, unas diez familias, han tenido qué vender a mitad de precio.“ Es una vida insostenible. Estás prácticamente amarrado. Te quieres ir pero no puedes”, dijo un jefe de hogar quien relató que la venta de su apartamento, por ejemplo, se le frustró porque cuando vino el comprador la calle estaba sembrada de
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