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8 Aquí allí y en todas partes nº1 Junio 2014 UN POCO DE HISTORIA ANTIGUA La verdad sobre las trampas egipcias Advertencia: La lectura de este artículo puede herir los sentimientos de los corazones más aventureros, dañar las almas más sensibles, soñadoras, noveleras, a Rick O’Connell y hasta al mismísimo Indiana Jones. Dicho esto, comenzamos un intrépido viaje por las afamadas tumbas egipcias en busca de sus trampas. Inequívocamente una de las cosas en las que pensamos cuando nos imaginamos el Antiguo Egipto, son sus trampas; trampas mortales que un saqueador debe sortear si codicia su objetivo. Parece que los egipcios además de asegurarse la otra vida, perseguían que sus pertenencias los acompañase toda la eternidad. Por eso aparecen fácilmente en nuestras mentes trampas que estos antiguos ciudadanos, tan ingeniosos, debieron utilizar para proteger lo que es suyo; flechas que se disparan solas atravesando todo aquello que se encuentre a su paso…Trampillas con sus pozos cargados de puntiagudas estacas que se abren al pisar una baldosa… paredes que se cierran…. cámaras que se llenan de arena y que tan solo el ingenio e inteligencia, si te acompañan, son capaces de salvarte… o mi favorita, las maldiciones, las que una vez te señalan no es capaz de salvarte ni el mismo Dios Atón. Asombrosas ¿no es cierto? Quizás nos invade más el misterio al pensar que una civilización, aparentemente con pocas tecnologías, fuese capaz junto con otras, de crear tales obras de ingeniería. No deja de sorprendernos porque la literatura, el cine y actualmente, los videojuegos han logrado conseguir lo que las leyendas y mitos en la antigüedad; que el hombre idealice aquello que nunca ha visto. Es decir, las trampas en la antigüedad son tan reales como el mundo de Jurassic park; a todos nos encantaría una isla llena de vertebrados saurópsidos peeeero sabemos que la isla está vacía, al menos de dinosaurios o al menos de los que tenemos en mente. Sin embargo y con intención de que después de esta cruenta realidad no amargue vuestros corazones, he de deciros que toda ficción tiene su inspiración y aunque mucho menos fantástica; las trampas han existido como obras del hombre, no de un Dios, para esto le dejamos el misterio de la construcción de las pirámides. Cavilamos, pensamos y asociamos; Si la magnificencia de estas trampas hubiesen existido, los grandes saqueos sucedidos a lo largo de la historia, no hubiesen sucedido; los franceses, los ingleses e incluso los propios egipcios, no contarían ni con la mitad de esos ajuares. Si tales trampas hubiesen existido, la seguridad con soldados en las tumbas no hubiese tenido sentido; si una sola trampa era capaz de acabar con una docena de hombres ¿para qué la protección humana? Sin embargo, parte del mito aventurero comienza tras la necesidad de ocultar el lugar y nombre del difunto de la tumba. Posteriormente, las bocas de los más imaginativos se encargarían de otorgar coordenadas a la tumba decoradas con complejos acertijos que solo el más sabio y de corazón más noble sería capaz de descifrar. Grandes moles de piedra sin entrada aparente provocaban la imposibilidad de entrada, a no ser que contases con un gran cargamento de dinamita, los planos de la arquitectura a saquear o fueses parte del equipo de construcción de la misma. Pero viajemos al Valle de los Reyes, un lugar más apartado que las pirámides de Gizeh, más oculto, entre colinas, mejor protegido y por consecuente, más difícil de encontrar y saquear; aquí tenemos nuestra primera trampa: la localización. Un valle que los antiguos Egipcios se han encargado de otorgar un poder mágico. El lugar que ha conseguido mantener tranquilos a los altos mandatarios durante más tiempo. Tumbas cuyos dueños tan preocupados por su descanso eterno, procuraron salvar su