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Jueces
8. 12–27
camino de los que habitaban en tiendas al oriente de Noba y de
Jogbeha, atacó el campamento, porque el ejército no estaba en
guardia. Y huyendo Zeba y Zalmuna, él los siguió; y prendió
a los dos reyes de Madián, Zeba y Zalmuna, y llenó de espanto
a todo el ejército. Entonces Gedeón hijo de Joás volvió de la
batalla antes que el sol subiese, y tomó a un joven de los hom-
bres de Sucot, y le preguntó; y él le dio por escrito los nombres
de los principales y de los ancianos de Sucot, setenta y siete
varones. Y entrando a los hombres de Sucot, dijo: He aquí a
Zeba y a Zalmuna, acerca de los cuales me zaheristeis, dicien-
do: ¿Están ya en tu mano Zeba y Zalmuna, para que demos
nosotros pan a tus hombres cansados? Y tomó a los ancianos
de la ciudad, y espinos y abrojos del desierto, y castigó con
ellos a los de Sucot. Asimismo derribó la torre de Peniel, y
mató a los de la ciudad. Luego dijo a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué
aspecto tenían aquellos hombres que matasteis en Tabor? Y
ellos respondieron: Como tú, así eran ellos; cada uno parecía
hijo de rey. Y él dijo: Mis hermanos eran, hijos de mi madre.
¡Vive Jehová, que si les hubierais conservado la vida, yo no os
mataría! Y dijo a Jeter su primogénito: Levántate, y mátalos.
Pero el joven no desenvainó su espada, porque tenía temor,
pues era aún muchacho. Entonces dijeron Zeba y Zalmuna:
Levántate tú, y mátanos; porque como es el varón, tal es su
valentía. Y Gedeón se levantó, y mató a Zeba y a Zalmuna;
y tomó los adornos de lunetas que sus camellos traían al cue-
llo. Y los israelitas dijeron a Gedeón: Sé nuestro señor, tú, y
tu hijo, y tu nieto; pues que nos has librado de mano de Ma-
dián. Mas Gedeón respondió: No seré señor sobre vosotros,
ni mi hijo os señoreará: Jehová señoreará sobre vosotros. Y
les dijo Gedeón: Quiero haceros una petición; que cada uno
me dé los zarcillos de su botín (pues traían zarcillos de oro,
porque eran ismaelitas). Ellos respondieron: De buena gana
te los daremos. Y tendiendo un manto, echó allí cada uno los
zarcillos de su botín. Y fue el peso de los zarcillos de oro que
él pidió, mil setecientos siclos de oro, sin las planchas y joyeles
y vestidos de púrpura que traían los reyes de Madián, y sin
los collares que traían sus camellos al cuello. Y Gedeón hizo
de ellos un efod, el cual hizo guardar en su ciudad de Ofra; y
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