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Deuteronomio
32. 26–46
como al hombre cano. Yo había dicho que los esparciría lejos,
Que haría cesar de entre los hombres la memoria de ellos, De
no haber temido la provocación del enemigo, No sea que se
envanezcan sus adversarios, No sea que digan: Nuestra mano
poderosa Ha hecho todo esto, y no Jehová. Porque son nación
privada de consejos, Y no hay en ellos entendimiento. ¡Ojalá
fueran sabios, que comprendieran esto, Y se dieran cuenta del
fin que les espera! ¿Cómo podría perseguir uno a mil, Y dos
hacer huir a diez mil, Si su Roca no los hubiese vendido, Y
Jehová no los hubiera entregado? Porque la roca de ellos no
es como nuestra Roca, Y aun nuestros enemigos son de ello
jueces. Porque de la vid de Sodoma es la vid de ellos, Y de
los campos de Gomorra; Las uvas de ellos son uvas ponzoño-
sas, Racimos muy amargos tienen. Veneno de serpientes es su
vino, Y ponzoña cruel de áspides. ¿No tengo yo esto guarda-
do conmigo, Sellado en mis tesoros? Mía es la venganza y la
retribución; A su tiempo su pie resbalará, Porque el día de su
aflicción está cercano, Y lo que les está preparado se apresura.
Porque Jehová juzgará a su pueblo, Y por amor de sus siervos
se arrepentirá, Cuando viere que la fuerza pereció, Y que no
queda ni siervo ni libre. Y dirá: ¿Dónde están sus dioses, La
roca en que se refugiaban; Que comían la grosura de sus sa-
crificios, Y bebían el vino de sus libaciones? Levántense, que
os ayuden Y os defiendan. Ved ahora que yo, yo soy, Y no
hay dioses conmigo; Yo hago morir, y yo hago vivir; Yo hiero,
y yo sano; Y no hay quien pueda librar de mi mano. Porque
yo alzaré a los cielos mi mano, Y diré: Vivo yo para siempre,
Si afilare mi reluciente espada, Y echare mano del juicio, Yo
tomaré venganza de mis enemigos, Y daré la retribución a los
que me aborrecen. Embriagaré de sangre mis saetas, Y mi
espada devorará carne; En la sangre de los muertos y de los
cautivos, En las cabezas de larga cabellera del enemigo. Ala-
bad, naciones, a su pueblo, Porque él vengará la sangre de sus
siervos, Y tomará venganza de sus enemigos, Y hará expiación
por la tierra de su pueblo. Vino Moisés y recitó todas las pa-
labras de este cántico a oídos del pueblo, él y Josué hijo de
Nun. Y acabó Moisés de recitar todas estas palabras a todo
Israel; y les dijo: Aplicad vuestro corazón a todas las palabras
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