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Deuteronomio
11. 4–21
Egipto, y a toda su tierra; y lo que hizo al ejército de Egipto,
a sus caballos y a sus carros; cómo precipitó las aguas del Mar
Rojo sobre ellos, cuando venían tras vosotros y Jehová los des-
truyó hasta hoy; y lo que ha hecho con vosotros en el desierto,
hasta que habéis llegado a este lugar; y lo que hizo con Datán
y Abiram, hijos de Eliab hijo de Rubén; cómo abrió su boca
la tierra, y los tragó con sus familias, sus tiendas, y todo su
ganado, en medio de todo Israel. Mas vuestros ojos han visto
todas las grandes obras que Jehová ha hecho. Guardad, pues,
todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, para que seáis
fortalecidos, y entréis y poseáis la tierra a la cual pasáis pa-
ra tomarla; y para que os sean prolongados los días sobre la
tierra, de la cual juró Jehová a vuestros padres, que había de
darla a ellos y a su descendencia, tierra que fluye leche y miel.
La tierra a la cual entras para tomarla no es como la tierra de
Egipto de donde habéis salido, donde sembrabas tu semilla, y
regabas con tu pie, como huerto de hortaliza. La tierra a la
cual pasáis para tomarla es tierra de montes y de vegas, que
bebe las aguas de la lluvia del cielo; tierra de la cual Jehová
tu Dios cuida; siempre están sobre ella los ojos de Jehová tu
Dios, desde el principio del año hasta el fin. Si obedeciereis
cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy,
amando a Jehová vuestro Dios, y sirviéndole con todo vues-
tro corazón, y con toda vuestra alma, yo daré la lluvia de
vuestra tierra a su tiempo, la temprana y la tardía; y recoge-
rás tu grano, tu vino y tu aceite. Daré también hierba en tu
campo para tus ganados; y comerás, y te saciarás. Guardaos,
pues, que vuestro corazón no se infatúe, y os apartéis y sirváis
a dioses ajenos, y os inclinéis a ellos; y se encienda el furor
de Jehová sobre vosotros, y cierre los cielos, y no haya lluvia,
ni la tierra dé su fruto, y perezcáis pronto de la buena tierra
que os da Jehová. Por tanto, pondréis estas mis palabras en
vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en
vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las
enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes
en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y
cuando te levantes, y las escribirás en los postes de tu casa,
y en tus puertas; para que sean vuestros días, y los días de
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