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Levítico
27. 20–34
quinta parte del precio de ella, y se le quedará para él. Mas
si él no rescatare la tierra, y la tierra se vendiere a otro, no la
rescatará más; sino que cuando saliere en el jubileo, la tierra
será santa para Jehová, como tierra consagrada; la posesión
de ella será del sacerdote. Y si dedicare alguno a Jehová la
tierra que él compró, que no era de la tierra de su herencia,
entonces el sacerdote calculará con él la suma de tu estimación
hasta el año del jubileo, y aquel día dará tu precio señalado,
cosa consagrada a Jehová. En el año del jubileo, volverá la
tierra a aquél de quien él la compró, cuya es la herencia de
la tierra. Y todo lo que valorares será conforme al siclo del
santuario; el siclo tiene veinte geras. Pero el primogénito de
los animales, que por la primogenitura es de Jehová, nadie lo
dedicará; sea buey u oveja, de Jehová es. Mas si fuere de los
animales inmundos, lo rescatarán conforme a tu estimación,
y añadirán sobre ella la quinta parte de su precio; y si no lo
rescataren, se venderá conforme a tu estimación. Pero no se
venderá ni se rescatará ninguna cosa consagrada, que alguno
hubiere dedicado a Jehová; de todo lo que tuviere, de hombres
y animales, y de las tierras de su posesión, todo lo consagrado
será cosa santísima para Jehová. Ninguna persona separada
como anatema podrá ser rescatada; indefectiblemente ha de
ser muerta. Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de
la tierra como del fruto de los árboles, de Jehová es; es co-
sa dedicada a Jehová. Y si alguno quisiere rescatar algo del
diezmo, añadirá la quinta parte de su precio por ello. Y todo
diezmo de vacas o de ovejas, de todo lo que pasa bajo la vara,
el diezmo será consagrado a Jehová. No mirará si es bueno o
malo, ni lo cambiará; y si lo cambiare, tanto él como el que se
dio en cambio serán cosas sagradas; no podrán ser rescatados.
Éstos son los mandamientos que ordenó Jehová a Moisés para
los hijos de Israel, en el monte de Sinaí.
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