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IN MEMORIAM ORACIÓN FÚNEBRE Al Cap. PNP GC Salvador Alberto Oliva Cabrera. Por el Crnl. PNP GC (r) Juan Fischer Ascarza ¿ Qué ha hecho Salvador Alberto Oliva Cabrera en vida para que la gente lo recuerde con tanto cariño, a pesar de 43 años de su partida al encuentro con el Señor? Será tal vez la forma trágica de su muerte en la plenitud de su vida o el temor de aceptar el designio de Dios reservado para Salvador junto a otros 14 valeros Sinchis. De las 32 personas que murieron en aquella fatídica tarde del 20 de enero de 1971, cuando Salvador retornaba procedente de Mazamari sede de la 48CGC, a incorporarse a la Escuela de Oficiales como Jefe de Compañía. Salvador, definitivamente, no escogió su muerte, fue aquella circunstancia adversa que solo Dios conoce, pero que tambièn está relacionada con el texto sagrado del Reglamento Interno de la Guardia Civil que dice: “Falleció en actos del servicio”. Por todo ello, estamos aquí, los compañeros de promoción, tu esposa Astrid, tus hijos Alberto e Iván, tu familia, tus paisanos amigos, subalternos y alumnos, congregados en una unión de fervor en esta santa Iglesia para dar una oración por tu alma singular. Qué recuerdos tan grandes encierras Salvador para que hoy, te encuentres entre el Pabellón Nacional llevado por una escolta de los Sinchis y que luce emblemas y medallas logradas con sudor y lagrimas, el altar mayor de esta hermosa catedral de fe religiosa y el Estandarte de la Legión de Honor de la Benemérita Guardia Civil del Perú que guarda incólume sus valores primigenios, esto no es ninguna galantería institucional, es más bien un deber hecho realidad que nos une y nos obliga a demostrar ya sin el menor rictus dolor, nuestra mayor lealtad al amigo y compañero de armas que se fue sin despedirse. Como no voy a recordar los nombres de aquellos 12 Sinchis caído en el accidente aéreo de Tarma 68 Revista Guardia Civil como: Zapata Martineau, Plaza Roca, Nàquira Flores, Sotomayor Candela, Salvador Oliva, Ocampo Ponce, Regalado Díaz, Bozeta, Sánchez, Gálvez y otros tantos, caídos bajo la explosión de ese fatídico avión contra esa inmensa montaña serrana cubierta por densas nubes y acelerada por la terquedad de un ansioso piloto que deseaba trasmontar la cordillera con una nave sobrecargada y falto de fuerzas. A Salvador Alberto lo conocí muy bien, compartí con él, el riesgo de ser Sinchi, el riesgo de saltar y rescatar como tambièn el riesgo de vivir en esas estrechas carpas instaladas a modo de un cinturón de viviendas de los campas y aguarunas, en la que los visitantes habituales eran las serpientes, las ratas y las loras machaco. El terreno no ha sido llano para Salvador Alberto, sin embargo fue un todo terreno, que así como co-