en la informalidad, la idea de quedarse en casa indefinidamente como
lo indican autoridades sanitarias, parece imposible. El individuo debe
decidir entre dejar de trabajar y respetar la cuarentena tomando el
riesgo de no poder comer o sustentar a una familia al no contar con un
ingreso. La segunda opción, la de continuar trabajando (en caso de
que el empleador así lo permita) a pesar de poner en riesgo la salud
propia y de las personas con las que se comparte un techo, es
aparentemente una más realista.
Es importante mencionar que 59% de la población se
encuentra laborando en empleos informales, una de las características
de esta clase de trabajos es la entrada fluctuante de dinero, un día se
puede tener buenas ganancias y al siguiente todo lo contrario. Y
cuando la clientela es menor porque se queda en casa o las empresas
dejaron de operar y ya no requieren de cultivos, la cosa se pone peor.
La cuarentena incrementa la incertidumbre económica de los
mexicanos menos privilegiados, su forma de vida ya se encontraba en
conflicto al pertenecer aa la clase baja o media bajada y el virus solo
aumenta la desventaja en que se encuentran. La cuestión no es sí
deberían esforzarse más o si deberíamos invertir más en el sector
privado, ambos son temas defendibles según la ideología que se tenga.
Lo que hay que reconocer es que así y ahí es donde se encuentran la
mayoría de los mexicanos y como ciudadanos indudablemente
merecen un lugar privilegiado en la agenda de salud pública así como
entendimiento de la sociedad que hace home office por las mañanas en
su sillón.
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