LETRINA
Número 8
Septiembre 2016
hombre de mejillas rosadas– oía a su madre hablar sobre temas que
nunca podía recordar después. Al
paciente, en el
sueño, le era
imposible no tomar el papel de psiquiatra. En eso entraban miles de
arañas
a
la
habitación
y
el
paciente
experimentaba
un
pánico
insoportable, por lo que él se subía al sillón y gritaba pidiendo
auxilio mientras las arañas devoraban a la madre. Aquello lo vivía con
mucha angustia y el desinterés de las arañas por su persona lo
desconcertaba por completo.
Sin duda una homosexualidad latente transferida hacia la figura del
terapeuta, respondió el hombre de gafas. El hombre de las mejillas
rosadas asintió. En ese momento llegó Efrén a mi lado. Se veía algo
abrumado y estuve a punto de preguntarle si se encontraba bien, pero
antes de que pudiera decirle algo tranquilamente me indicó que ya todo
estaba arreglado. Me dio un celular y dijo: Está a su nombre. A nombre
de Arturo Alcalá, confirmó Efrén en un acto de consideración, imagino
para demostrar que en su empresa hacían bien las cosas. Tomé el
aparato, nos despedimos y el botones me pidió que lo siguiera.
Cuando me dirigía al elevador, volteé y vi la silueta de Efrén
delineada por la luz brillante del sol. Su figura recta y delgada era
la de una persona atlética sin embargo daba la impresión de debilidad
física.
No dejé de observarlo y noté que en la puerta del hotel lo esperaba
una mujer bronceada, un poco mayor a él y menor a mí, de cabello lacio
y rubio, que me miró con desconfianza. Me sentí atraído y me pregunté
si tendría alguna relación sentimental con Efrén. Deseé que no fuera
así.
Yo tenía la mejor esposa de todas, la más dedicada, la de la sonrisa
más bella, la que al abrazarme me hacía olvidar al mundo entero. Yo
tenía la mejor esposa, hasta que...
Estoy en mi habitación y no puedo dejar de pensar en todo ese tiempo
que me negué a ver las señales. Estaba seguro de que nuestro matrimonio
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