LETRINA
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Número 8
Septiembre 2016
Hoy no ha podido venir, tuvo que ir con el marido a casa de
sus suegros.
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Sabes que esa relación no va a llevarte a ningún lado.
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No me jodas Laura, no soy un niño, ya hemos zanjado esto
antes.
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Lo que tú digas J, lo que tú digas…si cambias de opinión ya
sabes dónde estamos.
Corto la llamada, y entonces noto la estática del televisor. La señal
del canal se ha ido. Sin proponérmelo, apenas moviéndome por inercia,
me pongo una camisa limpia, las botas, y para cuando descubro lo que
estoy haciendo ya estoy en la calle; buscando alguna tienda abierta.
Compro cigarrillos y me detengo en una esquina a esperar un taxi pero
con la misma celeridad inconsciente con la que me vestí me veo caminado
de nuevo hacia el departamento. Me siento ridículo, patético. Espero
una puta llamada, un puto mensaje que diga que me extraña. Que haga
sentir que esta estática blanca que retumba dentro vale la pena. La
espera termina siendo una hooker complaciente y maternal. Me lleva de
la mano, me enciende un par de cigarrillos. No sé exactamente qué es
lo que me carcome, que no haya podido venir, o que ésta noche tácitamente
reservada para nosotros la utilice para satisfacer a su marido. Veo la
imagen de un placer ajeno en su rostro, un placer que no puedo darle...
Comprendo que toda conjetura es inútil, peor en la taza del baño, ya
que a mis tripas le importa un pito que no haya comido en todo el día
o que me sienta como un perro. Recojo el papel suficiente y hago que
la cosa mejore, por lo menos para mí. Antes de salir tiro la colilla
del cigarrillo en el tacho de basura. Voy a la habitación y me recuesto
con la secreta esperanza de amanecer en llamas. Que no haya más sábados,
ni más espera.
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