ahora que mis ojos se están abriendo finalmente a tu realidad lloro desesperada porque no te
puedo cambiar.
Sé que me amas y te amo, y que es por eso que
aún me dejas estar aquí, en tu regazo, y me
acoges con ternura, pero soy tu hija no deseada
que a veces encuentra en tus enaguas espinas
venenosas, porque por ratos me odias. Al caminar por tus calles, miradas de desprecio se
posan sobre mí; me odias porque en tus brazos
pude ser feliz, tus hijos repudian mi felicidad,
me detestan porque me das a probar tus delicias, pero nunca me has alimentado con los
tragos amargos del dolor.
Perdónenme ustedes, hermanos, por haber nacido en esta cuna de abundancia mientras que
ustedes se reparten una hogaza de pan.
México, por favor recibe de mí el arte que te
dedico y tómalo como una forma de devolverte
toda la gracia que vertiste sobre mí. Tal vez no
sea mucho de mi parte y nunca compense con
ello tus carencias, pero tendré la esperanza de
algún día a mi lado verte volar.
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