bol, eran cuatro y me dijeron que ahí no había señal, que
los celulares ahí no funcionaban. Fue entonces cuando me
entró la curiosidad de preguntar si acaso tenían los servicios más básicos, uno de los niños me respondió que no,
que en ese pueblo el servicio de luz era por plantas que se
alimentaban con gasolina que tenían algunas familias.
Me dirigí hacía una cabina telefónica, la única en un
pueblo que apenas contaba con una pequeña plaza muy
humilde, con una cancha de baloncesto y uno que otro local. Al llegar a la cabina me llevé una gran sorpresa debido a que era también una tienda de abarrotes, muy pobre
en contenido y muy descuidada, con estantes vacíos y
otros llenos de polvo, pero eso sí, un refrigerador lleno
de Coca-Cola a más no poder. La señora que la atendía
estaba viendo su telenovela. Pensé: ¿Cómo es posible que
a este pueblo le falte pavimento, luz en algunos casos, comida y servicio de agua potable, pero la Coca- Cola y las
telenovelas no?
Después de realizar mi llamada regresé a mi camino sin
poder quitarme a ese pueblo de la mente y cómo los habitantes, rodeados por la miseria, son felices con telenovelas y una Coca-Cola bien fría.
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