14
Mi cama
Eduardo Medina
Octavo semestre en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
Mi cama no es de azules penumbras,
ni de serenas tempestades;
en ella no hay destellos laberínticos,
ni sueños desterrados.
Ella es una cama, sólo una cama.
No tiene negra la lengua, ni tampoco me convoca
lágrimas guardadas, no derrumba suplicios,
ni posterga derrotas.
Empobrece sueños a suspiros, acaso.
Pero no, mi cama es sólo un montón de tela.
A veces me estorba.
Cuando quiero volar o incluso cuando toco tierra,
ella nunca me acompaña. No la he visto
en ninguno de los acontecimientos importantes
de mi vida.
Jamás ha guardado los mares en que quisiera naufragar.
No es un cráter.
Mi cama no ha conocido mujer.
Ni el vuelo de un pájaro.
En pie de ella nadie ha querido resignarse,
nadie ha buscado la ondulante persistencia de su horca.
Se queda pasmada y quieta cuando entro al cuarto
como si en mi ausencia jugara a dibujar pasajes insólitos
con las sábanas.
Me mira con su rencor, y muy tierna se abandona
a algo mucho más amargo que el olvido.
Jamás llegará a ella la carroña, ni las pestilencias.
Le procuro los cuidados y caricias de una bestia,
domo sus fauces.
Cuando al fin puedo acostarme, no recuerdo
por qué me daba miedo.