Mucho pathos en el anti sexismo lingüístico; embrollos,
aportes y absurdos
ITZI PAULINA MEDINA JIMÉNEZ
68
Ya hace un buen tiempo que el tema del sexismo lingüístico dio inicio
a un acalorado debate entre los que apoyan la llamada visibilidad de la
mujer y quienes tienen una postura, si no contraria, cuando menos a favor
de renovar estructuras de pensamiento en vez de reglamentar los usos de
ciertas formas del lenguaje que, queramos o no, emplean los hablantes
por decisión propia. Este encuentro –o desencuentro, mejor dicho– de
opiniones y actitudes, salta a la vista con mayor fuerza ahora con el anuncio
de las reformas del DRAE para su edición del 2014, en la que, según lo
que dice su director, se intenta eliminar varios elementos de tendencia
machista, pero a los ojos del feminismo los cambios son insuficientes y
representan sólo una falsa mejora que conserva un sesgo misógino; sería
pues, un intento por “taparle el ojo al macho”, si se me permite la frase con
todo y la ironía, ¿o debiera decir “dar atole con el dedo” para no herir la
susceptibilidad de algún género? Francamente me aterra ofender a algún
hombre por tacharlo de ‘macho’ pero también invisibilizar y humillar
a alguna mujer con el primer refrán. Conviene, y no sólo por cosas de
este tipo, observar algunos de los argumentos dentro del debate iniciado
por Ignacio Bosque en “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” y
enriquecido por “Sin peros en la lengua” de Isaías Lafuente, “La escritura
respetuosa” de Daniel Cassany y la recopilación de comentarios en torno
al sexismo lingüístico “¿La lengua tiene género? ¿Y sexo?” de Wiston
Manrique Sabogal.
La base del texto que redacta Bosques está en las publicaciones de
guías para el lenguaje no sexista, editadas por distintas universidades,
sindicatos y otras instituciones en España. Bosques se enfoca en analizar
los pros y contras de estas guías, desde el cuerpo que las elabora, hasta