CONSUMIDO POR EL COLOSO
Días que abriga el calor del sol de media noche, más allá de la
inexorable arcada aletargada del ser donde el escurrir del tiempo es
inconsistente, donde se percibe la nota de Morfeo que colapsa sueños,
que aún moribundos irradian esencia, impregnando a realidad al
instante con decadencia y carencia afectiva, lastre emocional que
da a luz al penetrante silencio, la simpleza de no proclamar palabra
alguna, dado que no se encuentra la bocanada adecuada que ayude
a articular palabra coherente, por suerte, existe piedra y cincel para
plasmar con letra de molde, todo lo indecente. El silencio, tierra fértil
para el que la sepa labrar o flagelante panorama para el poseedor
de empobrecido lenguaje, como el mío, el improvisado poeta que
encañona su pluma hacia la hoja inmaculada y en ella no apunta
nada, ya que la tinta se coagula en la punta de la pluma, cortando
de golpe el palpitar de inspiración, no se quebranta el silencio, sólo
se logra despojar, de sí, todo sentido de pertenencia, atacado por
los toscos sentimientos incautos, que al parecer sólo eran de ornato,
callado se consume.
Pero la influencia lunar ayuda a remendar versos, que con voz
gutural de a poco se escapan como murmullos desaventurados que
deslizándose con torpeza en el viento buscan embestir algún oído
falto de armonía, oído esclavo del distraído, que ignora lo que en
su entorno se ha suscitado, por estar mecanizado a ser indiferente,
engañado por un momento, cree que la realidad no lo transgrede,
que sólo desfila con su escaparate de dramas y ambrosias delante
suyo, el inexistente espectador, que no es condicionado para vivir,
suspirando desencanto y emanando desilusión sigue su marcha por
el sueño.
Al final el improvisado poeta, falto de elocuencia, expresa que la
suerte depende del color de la tinta de la pluma que se tome…
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