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Razones que

nunca se rindieron, se rinden o rendirán

de mostrar lo impertinente de mi grito inaudible

a los ojos de la conciencia,

a los oídos de la inconciencia

porque el paisaje interno

no se turba con el leve clamor de un fuerte amante

ni con la angustiosa

felicidad del débil.

Porque a pesar de todo,

de los pasillos laberínticos de la mirada,

de la hoz asesina de tu sonrisa,

del murmullo suave de tu cabello,

sigo siendo sólo un Incrédulo sin prisa.

Ahora que encendiste la luz de la oscuridad,

apagaste la claridad de la noche,

soplaste hacia tus entrañas y

lloraste sobre la fría arena de la playa de tu memoria?

Son muchas las razones

que llenan el yeso papel del listado

arrugado de los corazones

que existen como uno solo en la mente

que se niegan a existir en algún otro sitio

fuera de mí, fuera de ti, de lo extraño o de lo frecuente.