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El 24 de noviembre de 1966, en las cercanías de Bratislava, se accidentó el avión soviético Ilushyn-18, de
la línea aérea búlgara Tabso, pereciendo todos sus ocupantes, entre ellos Ramón Amaya Amador y tres
compañeros de trabajo en la revista que hemos mencionado: el brasileño Pedro Motta Lima, el argentino
Alberto Ferrari y el japonés Sigho Kadzito.
Once años después y tras arduas gestiones iniciadas por el poeta hondureño Oscar Acosta (en ese entonces
Embajador de Honduras en España) y que duraron cuatro años, se logró la repatriación de los restos
mortales de Ramón Amaya Amador los que fueron enviados de Checoslovaquia a Madrid y luego
trasladados a Tegucigalpa en septiembre de 1977, permaneciendo la urna con las cenizas de Amaya
Amador en la Sección Colección Hondureña de la Biblioteca de la UNAH. La comisión encargada del
traslado estaba integrada por Oscar Acosta; Rigoberto Paredes, Jefe del Departamento de Letras y Lenguas
de la Universidad Nacional de Autónoma de Honduras; Héctor Hernández, Presidente del Sindicato de
Trabajadores de la UNAH; Alejandro Gutiérrez, Secretario General de la Federación de Estudiantes
Universitarios de Honduras, y Livio Ramírez Lozano, Agregado Cultural de la Embajada de Honduras en
Madrid.
Sin embargo, la repatriación de los restos no impidió que durante casi una década más, sus obras fueran
perseguidas. Debieron transcurrir otros catorce años para que el archivo principal con las obras inéditas
de Ramón Amaya Amador escritas en su largo exilio pudiera regresar a Honduras. En abril de 1991, en
un acto solemne en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, el Preside nte de la República, Lic.
Rafaél Leonardo Callejas, recibió a nombre del pueblo de Honduras, más de veinte títulos inéditos que
fueron repatriados desde la Casa de las Américas, La Habana, Cuba a donde fueron llevados desde Praga,
Checoslovaquia.
Esta vez las gestiones iniciadas por Carlos Amaya Fúnez, hijo del escritor, fueron respaldadas por una
comisión integrada por Oswaldo Martínez y Neptalí Orellana de Radio Progreso, Juan Ramón Durán,
Director de la Escuela de Periodismo de la UNAH, David Romero de Diario Tiempo, Adelma Argueta,
Diario La Prensa y el Dr. Víctor Ramos; quienes lograron el apoyo del gobierno de la República para
agilizar y facilitar el traslado de las obras.
Ocho años después, y treinta y dos después de muerto, su pueblo y su gente se movilizaron para llevar a
su definitiva morada las cenizas del notable escritor de Olanchito.
Una comisión de olanchitos presidida por el Prof. Esaú Juárez González e integrada por el Prof. Fabio
Bernardino Cárcamo, Director de la Casa de la Cultura de Olanchito, Juan Carlos Medina, Vicepresidente
del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Standard Fruit Company; José Luis Bardales Cano; Rony
Javier Cruz; Gustavo Sosa Martínez; Fernando Mac Lean; Geovana Spears; Santiago Manzanares; Raúl
Cortes y Eduardo Manuel Cruz Martínez; organizó el retorno que tuvo lugar el 19 de mayo de 1999.
Desde 1966 se ha escrito mucho sobre la vida y obra de Ramón Amaya Amador, entre los que podemos
mencionar a Dionisio Romero Narváez, el Prólogo de Longino Becerra aparecido en la 2ª edición de
Prisión Verde, el ensayo biográfico de Max Sorto Batres, publicado por el Ministerio de Cultura y Turismo
en 1990, y la extensa y documentada biografía realizada por su paisano Juan Ramón Martínez, que
apareció bajo el sello de la Editorial Universitaria de la UNAH en 1995.