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que tenían al Gran Duque como huésped de lujo o si se esperaba de él un rendimiento. Daniel, el
Mochuelo, tembló pensando que su padre iba a romper un plato o una encella 367 de barro como
siempre que se enfadaba. Pero esta vez el quesero se reprimió 368 y se limitó a decir con gesto
hosco 369 :
—Espero de él un rendimiento.
Al asentarse el tiempo, su padre le dijo una noche, de repente, al Mochuelo:
—Prepárate. Mañana iremos a los milanos. Te llamaré con el alba.
Le entró un escalofrío por la espalda a Daniel, el Mochuelo. De improviso, y sin ningún motivo,
su nariz percibía ya el aroma de tomillo que exhalaban los pantalones de caza del quesero, el
seco olor a pólvora de los cartuchos disparados y que su padre recargaba con paciencia y
parsimonia 370 , una y otra vez, hasta que se inutilizaban totalmente. El niño presentía ya el duelo
con los milanos, taimados 371 y veloces, y, mentalmente, matizaba la proyectada excursión.
Con el alba salieron. Los helechos, a los bordes del sendero, brillaban de rocío y en la punta
de las hierbas se formaban gotitas microscópicas que parecían de mercurio. Al iniciar la
pendiente del Pico Rando, el sol asomaba tras la montaña y una bruma pesada y blanca se
adhería ávidamente 372 al fondo del valle. Visto, éste, desde la altura, semejaba un lago lleno
de un líquido ingrávido 373 y extraño.
Daniel, el Mochuelo, miraba a todas partes fascinado. En la espalda, encerrado en una jaula de
madera, llevaba al Gran Duque, que bufaba rabioso si algún perro les ladraba en el camino.
Al salir de casa, Daniel dijo al quesero:
—¿Y a la Tula no la llevamos?
—La Tula no pinta nada hoy —dijo su padre.
Y el muchacho lamentó en el alma que la perra, que al ver la escopeta y oler las botas y los
pantalones del quesero se había impacientado mucho, hubiera de quedarse en casa. Al trepar
por la vertiente sur del Pico Rando y sentirse impregnado de la luminosidad del día y los
aromas del campo, Daniel, el Mochuelo, volvió a acordarse de la perra. Después, se olvidó de
la perra y de todo. no veía más que la cara acechante de su padre, agazapado entre unas peñas
Molde para hacer quesos y requesones.
Contener, refrenar, templar o moderar.
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Ceñudo, áspero e intratable
370
Lentitud y sosiego en el modo de hablar o de obrar
371
Bellaco, astuto, disimulado y pronto en advertirlo todo.
372
Ansioso, codicioso.
373
Dicho de un cuerpo: No sometido a la gravedad.
367
368