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OBRAS PARA LEER Y ANALIZAR Silva a la agricultura de la Zona Tórrida (1826) ¡Salve, fecunda zona, que al sol enamorado circunscribes el vago curso, y cuanto ser se anima en cada vario clima, acariciada de su luz, concibes! Tú tejes al verano su guirnalda de granadas espigas; tú la uva das a la hirviente cuba; no de purpúrea fruta, o roja, o gualda, a tus florestas bellas falta matiz alguno; y bebe en ellas aromas mil el viento; y greyes van sin cuento paciendo tu verdura, desde el llano que tiene por lindero el horizonte, hasta el erguido monte, de inaccesible nieve siempre cano. Tú das la caña hermosa, de do la miel se acendra, por quien desdeña el mundo los panales; tú en urnas de coral cuajas la almendra que en la espumante jícara rebosa; bulle carmín viviente en tus nopales, que afrenta fuera al múrice de Tiro; y de tu añil la tinta generosa émula es de la lumbre del zafiro. El vino es tuyo, que la herida agave para los hijos vierte del Anahuac feliz; y la hoja es tuya, que, cuando de süave humo en espiras vagorosas huya, solazará el fastidio al ocio inerte. Tú vistes de jazmines el arbusto sabeo , y el perfume le das, que en los festines la fiebre insana templará a Lico. Para tus hijos la procera palma su vario feudo cría, y el ananás sazona su ambrosía; su blanco pan la yuca; sus rubias pomas la patata educa; y el algodón despliega al aura leve las rosas de oro y el vellón de nieve. Tendida para ti la fresca parcha en enramadas de verdor lozano, cuelga de sus sarmientos trepadores nectáreos globos y franjadas flores; y para ti el maíz, jefe altanero de la espigada tribu, hincha su grano; y para ti el banano desmaya al peso de su dulce carga; el banano, primero de cuantos concedió bellos presentes Providencia a las gentes del ecuador feliz con mano larga. No ya de humanas artes obligado el premio rinde opimo; no es a la podadera, no al arado deudor de su racimo; escasa industria bástale, cual puede hurtar a sus fatigas mano esclava; crece veloz, y cuando exhausto acaba, adulta prole en torno le sucede. Mas ¡oh! ¡si cual no cede el tuyo, fértil zona, a suelo alguno, y como de natura esmero ha sido, de tu indolente habitador lo fuera! ¡Oh! ¡si al falaz rüido, la dicha al fin supiese verdadera anteponer, que del umbral le llama del labrador sencillo, lejos del necio y vano fasto, el mentido brillo, el ocio pestilente ciudadano! ¿Por qué ilusión funesta aquellos que fortuna hizo señores de tan dichosa tierra y pingüe y varia, el cuidado abandonan y a la fe mercenaria las patrias heredades, y en el ciego tumulto se aprisionan