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Según (NYE, 2018) el mes pasado, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, pidió una acción global para minimizar el riesgo que supone la guerra electrónica para los civiles. Guterres expresó su preocupación porque “no hay un esquema regulatorio para este tipo de guerra” y señaló que “no está claro de qué manera se le aplica la Convención de Ginebra o el derecho internacional humanitario”
Diez años atrás, la ciberseguridad recibía poca atención como tema internacional. Pero desde 2013 se la describe como la mayor amenaza a la que se enfrenta Estados Unidos. Las cifras exactas son opinables, pero el Informe de Seguimiento de Ciberoperaciones del Consejo de Relaciones Exteriores señala que desde 2005 hubo casi 200 ataques con patrocinio estatal de 16 países, de los que 20 ocurrieron en 2016.
El término ciberseguridad se refiere a una amplia variedad de problemas que la pequeña comunidad de investigadores y programadores que desarrolló Internet en los años setenta y ochenta no tuvo muy en cuenta. En 1996, sólo usaban Internet 36 millones de personas (cerca del 1% de la población mundial). A inicios de 2017 ya había 3.700 millones de personas conectadas, casi la mitad de la población mundial. A la par de este enorme aumento de la cantidad de usuarios desde fines de los noventa, Internet se convirtió en un sustrato vital de las interacciones económicas, sociales y políticas. Pero, junto con más interdependencia y oportunidades económicas, esto también trajo consigo vulnerabilidad e inseguridad. Algunos expertos anticipan que los macrodatos, el aprendizaje automático y el “Internet de las cosas” pueden llevar la cantidad de conexiones en la Red a casi un billón en 2035. Habrá una cantidad inmensa de posibles blancos de ataque por parte de agentes privados o estatales, desde sistemas de control industrial hasta marcapasos y autos sin conductor.
NUEVAS NORMAS PARA LA CIBERSEGURIDAD