Lascivia No 63 Enero 2020 Lascivia 63 Enero 2020 | Page 72

Ahora, copien estas dos chicas y péguenlas 10 o quince veces en lugares diferentes. Así es el panorama en una secundaria durante el descanso. Sí, otros ven principalmente cosas muy diferentes, pero para mí, todo lo demás se obnubila. Mi obsesión por sus culos es como mi Smartphone, no quiero saber de nada más. Hago casting: Las que tienen bicicletero largo, lástima. Las que tienen bicicletero tan corto que parece un cachetero, rico. Las que no tienen bicicletero… ayúdame Dios. Veo culitos y más culitos bien empacados en mallas grises brillantes, algunos tan rebosantes que estiran la costu- ra entre las nalgas. A veces una que otra se mueve con brusquedad, jugueteando con sus amigas, y las carnes se les mueven como una gelatina bien cuajada. Se me para… Afortunadamente dejé los principios y la doble moral a un lado, por el bien de mi salud mental. Me encantaba mi lado oscuro y lo juntaba con el de las estudiantes con frecuencia. Hay varias etapas en el ascenso a este estadio de perversión, como la de profe inexperto mirón, que obtiene mala reputación de inmediato; la de profe que se aguanta las ganas de mirar y se da cuenta que el perío- do de prueba pasa en pocas semanas, y las chicas empiezan a abrirse de piernas frente a él o a subirse las faldas para acomodarse los pantime- dias sin problema; la de profe que alguna vez se enamoró perdidamen- te de una estudiante, la de profe de quien varias estudiantes se enamo- raron perdidamente, todo sin la menor consecuencia, la de profe que se comió a la niña de once y antes del grado, también a su madre; y final- mente, la de culiador de colegialas consagrado. Aunque yo me retiré en la cumbre. Algunos colegas llevaban muchos años de ser sondas excavadoras de culos de colegialas, pero yo no pude pasar de los dos años, pues estaba metiéndome en terrenos demasiado peligrosos porque, por alguna razón que no entiendo bien, la arrechera me superaba, y entre más colegialas diosas me cogía, más quería.