Lascivia No 63 Enero 2020 Lascivia 63 Enero 2020 | Page 174
Recuerdo que mi madre por la tarde me trajo varias cajas de preserva-
tivos que le había regalado una amiga suya que trabajaba en una empre-
sa de condones. Siempre he sospechado que aquella amiga de mi madre
jamás ha existido. Que fue un intento de mi madre de intentar lidiar con
la situación y de proporcionarme preservativos sin que se notara su ex-
trema preocupación por mi salud sexual. Aquello le funcionó.
Realmente aquella primera vez nada cambió en mi vida. Sí, por una
parte había supuesto un crecimiento a nivel experiencial de mi vida se-
xual, un hito que en la sociedad en la que vivimos es recordado aún no
sé muy bien por qué, algo que te marca porque tarde o temprano tendrás
que contar. Pero por otro lado no me sentí de forma distinta ni tampoco
vacilé delante la mayoría de mis amigos de haber sido el primero.
Creo que la virginidad está sobrevalorada, que incluso el hecho de
pensar en la primera vez como tal genera unas expectativas falsas que
a veces quedan por cumplir, que es más importante vivir el momento
y dejar fluir las experiencias que pensar que constantemente estamos
cambiando el curso de nuestra historia. Está claro que todas las accio-
nes tienen consecuencias y que hay que acatarlas, pero a veces las an-
sias de sentirnos protagonistas magnifican esas repercusiones.
Con el tiempo me di cuenta de que en estos casos como el mío la edad
es lo de menos. A veces se juzga sin saber y tendemos a escandalizarnos
por cosas por ignorancia. Os juro que si tirase atrás lo volvería a hacer,
porque a pesar de que socialmente está mal visto, no creo que sea algo
de lo que me tenga que arrepentir.
Y sí, cuando me preguntan por mi primera vez, me incomodan los
comentarios que puedan surgir por el estigma que conlleva. Pero con
mis círculos de amistades más cercanos no dudo en reconocer que per-
dí la virginidad con doce años y fue mucho mejor de lo que algunos
pensarían.
Por Anónimo; tal y como se lo contó a Alba Carreres