Lascivia No 63 Enero 2020 Lascivia 63 Enero 2020 | Page 106

metí. Le bombeé como un perro salvaje, mientras nos dábamos besos por- nográficos, le miraba las tetas saltando, o le daba besos y le lamía en el cuello. Toda la carga que me tenía guardada para ella, estaba caliente y lista para entregar. ¿Me le vengo adentro, tenemos un bebé y me quedo con ella? Mientras le mordía el cuello con los labios y le daba verga frenéticamente, me cuestionaba dónde acabar. De verdad me gustaría casarme con ella, de solo acordarme la manera en que me miraba… pero esa era una ridícula fantasía. Se lo saqué y me vine como un caballo sobre su jardinera, que estaba toda arrugada en torno a su cintura. Ella se complacía con el morbo de verme eyacular, sobre todo por el hecho de que eyaculaba por ella, y me pegaba su pelvis a los huevos mientras le chorreaba leche encima. No paraba de correrme, seguía teniendo contracciones y disparándole semen a ella, cada vez menos, un poco menos, un poco menos, menos… ella respiraba profusamente y me acariciaba el pecho. Sentí que la sangre abandonaba mi cabeza, creí que iba a dormirme o a desmayarme. Respiré… – Mi amor… – le dije y la besé apasionadamente. Miré por última vez – ese día- , sus tetas redondas y su panochita co- lorada, ahora con los vellitos empapados y aplastados. – Yo creí que eras virgen… – dije. Ella me frenó con una burlona risa. – Si fuera virgen, me habría mandado al psicólogo que ese viejo me hu- biera mostrado la verga. Pero yo no le tengo miedo a las vergas. Lo siguiente que hizo fue restregarse en la mano el reguero de semen que tenía en los senos y sobre todo en la jardinera.