Lascivia No 63 Enero 2020 Lascivia 63 Enero 2020 | Page 100
en sus ojos estaba fulgurando. Sentí ganas de casarme con ella. La niña
me abrió paso, inspeccioné los alrededores y entré. Ella misma cerró la
puerta detrás de mí. El salón tenía unos enormes ventanales que daban
a un gigantesco potrero y después de este, a unos apartamentos en obra
gris. Si justamente en ese momento había justamente ahí, alguien con
un catalejo observándonos, merecía ver el espectáculo.
Laura se quitó el saco del uniforme en un parpadeo. “Dios mío, ma-
masssssssita” pensé. Hacía mucho no la veía sin saco, con la jardinera
bien ajustada sobre su linda figura. Y esas tetas, por dios, esas tetazas,
estaban ahí guardaditas y llenas de pasión, esperando ser cariñosamen-
te exprimidas.
– ¿Quieres mirar? – me preguntó.
Yo asentí. Su siguiente movimiento fue agacharse unos centímetros,
sin dejar de mirarme. Se agarró el ruedo de la jardinera y se incorporó.
Con una lentitud hipnótica fue recogiendo los brazos y destapándose la
piernas. Al final se había subido toda la falda. Estaba ahí de pie, paradita
elegantemente, con una pierna soportando el peso y la otra recogidita,
sosteniéndose el faldón a la altura del pecho.
– Mira todo lo que quieras – me dijo.
El lubricante salía a raudales de mi glande inflamado, y el corazón es-
taba por sufrir un colapso. Creo que mis manos temblaban como las de
un paciente de Parkinson. Este servidor que tantos culos de colegialas
había lamido, estaba hecho un manojo de nervios ante su nueva con-
quista, de trece tiernos años.
Sin embargo miré, miré todo lo que ella quiso mostrarme. Detallé hilo
a hilo sus pantimedias, desde los tobillos hasta la cadera y desde la ca-
dera hasta el pubis. Me arrodillé ante ella. Puse mis manos en sus pan-
torrillas, y el tacto con la textura de sus medias me electrocutó.
Por haberme acercado, tenía su fragancia llegándome a la cara sin nin-
guna inhibición. Mi vista, mi tacto y ahora mi olfato estaban al máximo,