Las literatura del siglo XV | Page 8

Jorge Manrique

Jorge Manrique disfruta de la paz y tranquilidad que se respira en Callao, un pueblo localizado en el interior de Cuenca. Allí el Maestro pasa sus últimos meses de vida, sumido en la tranquilidad que le transmiten los paisajes manchegos, donde puede reflexionar sobre la desconocida aventura que ha sido su vida. En primer lugar, el ilustre poeta nos comenta que no solo se define como tal, sino que también se considera “un excelente soldado, embajador del Reino de Castilla con la pluma y con la espada”. De hecho, podría decirse que la vida de Jorge Manrique se ha dibujado únicamente en torno a la poesía y las armas, ambas aficiones inculcadas por su padre: don Rodrigo Manrique. En palabras del propio poeta, su padre fue “un auténtico caballero, sin duda una figura vital durante toda mi vida, cuya influencia ha pesado en mí más que el mismísimo Dios”. Padre e hijo llegaron incluso a combatir juntos bajo las filas de Isabel “La Católica”, para proteger el Reino de Castilla, lugar donde el cual su padre poseía un importante título: Conde de Paredes de Nava, por lo que ocupaba una posición privilegiada dentro de la nobleza castellana. No obstante, su padre falleció recientemente en 1476, a causa de un terrible cáncer que le expulsó violentamente de la vida terrenal. Este trágico suceso dejó devastado al poeta, quien lo recuerda como “una fatalidad que cambió totalmente el concepto que tenía sobre el fin de nuestra existencia, el verdadero significado de la muerte y nuestro modo de aceptar la misma gracias a la presencia de Dios”. Finalmente, ha decidido reunir esos pensamientos y plasmarlos en forma de poesía en la obra “Coplas por la Muerte de su Padre”. El poema consta de cuarenta y tres coplas en “pie quebrado” (todos siguen el esquema conocido como estrofa manriqueña: 8a, 8b, 4c, 8a, 8b, 4c), que abordan la muerte tanto de manera concreta, en relación con el repentino perecimiento de su padre, a la vez que ensalza su heroísmo, sus innumerables virtudes, y el elogio de su figura de genio a nivel personal mientras seguía en vida, como en el sentido más abstracto de la palabra, tratando de darle un sentido universal y radical al fenómeno de la Muerte. Porque, en realidad, esta obra también le sirve al poeta para afrontar e intentar prepararse ante lo que podría suponer su propia muerte, de manera que a través de la literatura, Manrique ha podido, tal y como lo él lo define “sanear su juicio mental frente a los reveses que le ha propiciado la vida terrenal y esperar recibir una recompensa en el idílico mundo espiritual, sin al mismo tiempo menospreciar los placeres que se pueden encontrar en la vida material”. Por lo que finalmente, Jorge Manrique está listo para despedirse de su - aún corta - vida descansando en las llanuras manchegas, sustituyendo las cruentas y sanguinarias batallas castellanas por los áridos campos conquenses, que aunque de igual manera desoladores, al menos transmiten la soledad que permite al hombre reflexionar sobre su pasado e imaginar su futuro.

No hay cosa fuerte, que a papas emperadores y prelados, así los trate la muerte como a los pobres pastores de ganado.

durante toda mi vida, cuya influencia ha pesado en mí más que el mismísimo Dios”. Padre e hijo llegaron incluso a combatir juntos bajo las filas de Isabel “La Católica”, para proteger el Reino de Castilla, lugar donde el cual su padre poseía un importante título: Conde de Paredes de Nava, por lo que ocupaba una posición privilegiada dentro de la nobleza castellana.