Después, el chico se sentó a su lado y la acarició largo rato, aunque quemaba bastante, no lo suficiente como para hacer daño, porque el Pokémon estaba ya uy débil. Se quedó así hasta que las bayas hicieron su efecto y el Ponyta se durmió de puro agotamiento.
Esperó tranquilamente mientras Ponyta se recuperaba, lo cierto es que no tenía prisa, puesto que nadie lo esperaba en casa, vivía solo desde hacía ya unos seis años, desde que su padre desapareció repentinamente. El chico se sentó, pacientemente, y volvió a sumergirse en sí mismo, recordando su triste pasado, y haciendo conjeturas y especulaciones sobre el Ponyta que yacía tumbado a su lado.
La madre del muchacho había muerto cuando él tenía apenas un año de vida, a causa de una enfermedad desconocida, y su padre se hizo cargo de él hasta los diez años. Lo recordaba perfectamente, el día de su cumpleaños, su padre desapareció, misteriosamente, sin dejar rastro alguno. Esto, al principio dio pie a rumores y habladurías en la aldea, que durarían cerca de un mes, hasta que pasase algo más interesante de lo que hablar. El único que le ayudó sin dar muestras de pena o lástima, el único que le dio una oportunidad fue el señor Lobra, un viejo amigo de su padre. Y así pasaron los años para el chico, que fe convirtiéndose casi en un hombre, hasta el día de hoy, seis años después. Durante todo ese tiempo, Zenel le preguntó en varias ocasiones al señor Lobra si sabía dónde se había ido su padre, a lo que éste siempre respondía: “Todo tiene su motivo en la vida, la verdad, no es más que el desvelamiento de lo aparente” y después pasaba el resto del día triste y como ido, por eso, poco a poco, aprendió a dejar de insistir.
El sol cálido de primavera iluminaba la aldea desde el punto más alto del cielo, y el sonido de los Pokémon salvajes piando y entonando sus particulares melodías se unía a la fresca brisa para formar un ambiente de tranquilidad que parecía perpetuo. Desde las afueras de la aldea las vistas eran también inmejorables, se podía observar la actividad de los habitantes, como los niños jugando a la pelota; las montañas, nítidas como agua de manantial; el bosque con sus misteriosas sombras y extraños sonidos, y una inmensa llanura que parecía acabar acariciando los pies de las altas montañas.