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Islebi Pinto Egresada de Laboratoria Antes entrar al mundo de la tecnología trabajaba esporádicamente, de cajera, vendedora u operaria. Trabajos que nunca me gustaron pero que tenía que hacer. Escuché sobre Laboratoria por la tele. Lo que me convenció a postular es que era un programa de formación en programación. Eso me enamoró porque en el liceo conocí sobre este tema y tenía nociones. Además, era solo para mujeres. Cuando empecé la postulación tenía mucha confianza en mí misma, pero el proceso fue lento, entonces me gobernó la negatividad realista y pensé: “no pasaste las pruebas lógica- matemática”. Pero un día, en la micro, recibí el correo de bienvenida al bootcamp. Sentí mucha felicidad y vi una oportunidad para mi vida. Soy de la tercera generación y el espacio que teníamos, aunque grande, estaba en plena construcción, era muy distinto al que existe hoy. Le decíamos “el pesebre”: solo faltaba la paja, porque la carpa, los magos (que eran las profes y el equipo de Laboratoria), los animales (tuvimos un perrito), y el niño Jesús (que éramos todas nosotras porque íbamos a nacer para integrarnos al mundo tech) estaba. Estoy segura de que somos una generación leyenda por eso. Hoy sigo trabajando en la empresa que me empleó después del bootcamp. Mi calidad de vida cambió totalmente: trabajo contenta, motivada y estoy en constante aprendizaje. Siento que lo que hago tiene un significado. Aunque mis metas no han cambiado, siempre han sido altas y he soñado en grande, la principal diferencia es que hoy las veo y siento que realmente las puedo alcanzar.