crónica
la zapa
diplomático en
Estados Unidos y España
Jorge Andres Osorio Betancur
No puedo negar que tomar la decisión de entrar
en el servicio exterior colombiano fue una
decisión complicada en su momento. Por un
lado, están las dudas profesionales que
comienzan con la mala fama que este llega a
tener, al estar convertido en un bastión de pago
de favores políticos que cotidianamente
dificultan su profesionalización, y que pasan por
las difíciles condiciones de ingreso y los
complicados y lentos procesos de ascenso.
Por otro lado, están las decisiones de vida
personal y familiar: tomar una decisión
consiente de renunciar a la estabilidad y hacer
del cambio de vida y de países algo cotidiano.
Hoy les escribo tras casi tres años de representar
al país y a la familia en el exterior. Primero en la
Embajada más representativa que tenemos, en
los Estados Unidos y, ahora, como contribución
del Gobierno colombiano a una organización
internacional en Madrid.
Se siente el peso de la responsabilidad y la
dignidad que el cargo conlleva. La vida privada,
personal y profesional se mimetizan al enfrentar
la realidad de que cada acto, correo, declaración,
o cagada, termina siendo realizada por un
agente que es representante del Gobierno de
Colombia. Toda tu identificación te lo recuerda: el
pasaporte y los documentos de acreditación que
te dan los Estados receptores. Todos los
privilegios e inmunidades se convierten en
grandes responsabilidades.