EL COLEGIO Y YO
Invitamos a la Directora de nivel secundario de
nuestra institución, Prof. Irene Moreno, a
partipar de esta primera edición de “La voz del
CJA”. A través de hermosos y sentidos
recuerdos, nos cuenta cómo es su relación con
nuestra escuela. A continuación, sus palabras.
M
arzo de 1978: escaleras
angostas que invitaban a trepar un
nivel más en la escalada de la vida;
pasillos de 25 metros enmarcaban
el
comienzo
del
transitar
adolescente,
canciones
tempraneras que presidían el inicio
de la jornada, rostros amigos que
incitaban a compartir los primeros
nervios, encuentro con nuevas
miradas ofreciendo amparo a la
incertidumbre de lo que aún es
ajeno. Así comenzaba mi primer
año de secundaria en el Colegio
Jesús Adolescente.
Los días….los meses… los años
pasaron, y nosotros corríamos
calculando la energía cinética, la
potencia y el trabajo realizado,
recitando “La vaquera de la
Finojosa”, recorriendo países en los
mapas de los distintos continentes,
comentando “La Invención de
Morel”.
Acompañados
de
las
imperdibles anécdotas y cuentos de
Cándido Fernández en medio de la
historia antigua, las clases de
tonete y alegría de Cándido
Valleros, la formación religiosa y las
misas de cada viernes de Julián
Novella, tres sacerdotes que daban
la impronta al Colegio de Padres;
tantos profes que con verdadera
vocación derramaban saberes más
o menos aprehendidos, entre ellos
“el Kiko”, mi papá, quien entre
neuronas,
occipitales
y
mitocondrias, deslizaba su legado
biológico.
El caminar colectivo forjó
acompañamientos
temporales,
amistades incondicionales, los
primeros amores imposibles y
otros no tanto. Sentíamos la
alegría
inocente
de
nuestro
aventurero andar, enmarañados
en ingenuas percepciones en
medio de la oscuridad coyuntural
de
un
país
“groseramente
ordenado”,
democráticamente
desaparecido.
Diciembre de 1982: “dominar”
cronológicamente el estudiantado
del colegio daba cuenta de una
adolescencia que quería dejar su
lugar a los desafíos de la adultez.
Y como todo final, un duelo
doloroso empañaba la nostalgia
de los años en flor y se
transmutaba
en
una
vivaz
expectativa
por
los
sueños
proyectados para seguir siendo.
El nexo con el colegio no se
rompía: cuatro hermanos más
chicos continuaban su tránsito en
la escolaridad Manyanetiana. Y
quedaba, y aún permanece, la
complicidad de los pasajeros del
viaje compartido y las amigas de
presencia permanente y amorosa.
Marzo de 1994: después de
continuar creciendo lejos de mi
casa
durante
algunos
años,
regresé
proyectando
nuevos
desafíos que deposité en la
posibilidad de enseñar lo que
había aprendido.
Escaleras más anchas, pasillos
20-year-old
más
largos,
nuevas
Marianne Teigen
construcciones, (evidenciando un
recently published
agrandamiento
indiscutible), me
her first young
adult
novel,
daban la bienvenida and
nuevamente.
in only a month,
El Colegio
Jesús
Adolescente
me
it has reached the
New
York Times
abría una
vez
más sus puertas,
Bestsellers list.
permitiéndome
desplegar
la
pasión que siento por el “ser
docente”. Los espacios de
encuentro se transformaron en
momentos de aprendizaje, en
actos de donación; convocándome
a discusiones interpelantes, a
desafíos
deconstructivos,
a
discursos liberadores; delimitando
sitios que permitían escuchar la
sonoridad de las risas compinches
que alegraban el paso, y sentir las
caricias cálidas y los abrazos
contenedores
en
momentos
dolorosos de mi andar.
"Me parece que el
colegio no es el
segundo hogar. Es
un rincón del
hogar, que es
nuestra vida. Es, sin
lugar a dudas, parte
de la arquitectura
de cada uno de
nosotros."
LA VOZ DEL CJA I 5