Al terminar la Segunda Guerra Mundial, las dos potencias vencedoras disponían de una enorme variedad de armas, muchas de ellas desarrolladas y mejoradas durante el conflicto. Tanques, aviones, submarinos y otros avanzados diseños de navíos de guerra, constituían las llamadas armas convencionales. No obstante, la desigualdad resultaba patente, o por lo menos eso les parecía a los estadistas. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la URSS contaba con el mismo número de carros de combate que el resto de las naciones juntas, y superaba en aviones de combate, al conjunto de todas las demás fuerzas aéreas.