la revista universitaria abril 2019 | Page 4

Corría el año de 1986, para ser exactos, el día, lunes 25 de agosto cuando la Sra. Brenda, mi madre, empezó a sentir las señales de que su hijo, ya tenía ganas de venir al mundo a conquistarlo. Pero para infortunio de ambos, la vida les diría que aún no era el momento idóneo para que yo viera la luz de este mundo, así que las vueltas iniciaron por varios municipios en la ambulancia, tal como un recorrido tortuoso para mi madre; poder aguantar tanto el dolor de parto por mi llegada, hasta que un semana después, para ser exactos, el día Lunes, 01 de Septiembre, los médicos decidieron que ya era mucho mi ir y venir en el vientre de mi madre y decidieron sacarme del mismo.

Ya fuera del vientre materno, los médicos le anunciaron a mi madre que ella había alumbrado a un varón, acto seguido, mi madre empezó a llorar, ya que ella no sabía cómo educarme o cómo alimentarme; (esto lo sé gracias a que ella me ha contado en innumerables veces este episodio de su vida) los médicos al ver que mi madre estalló en llanto le hicieron la broma en decirle que lloraba de felicidad, cuando la realidad era otra.

En términos generales, mi infancia no fue especial, lo único que puedo recordar, como destellos en breves instantes, es que me encantaba hacer manualidades; con recortes de varias partes, diseñaba muñecos como astronautas, buzos, etc. eran tantos los personajes que creaba, tales como la imaginación me permitiera. Al mismo tiempo, me gustaba dedicarle tiempo a una granja que mi madre creó; éramos criadores de aves de corral, recuerdo que amaba pasar tiempo en la naturaleza, atendiendo en mis ratos libres el pequeño corral de aves que teníamos.

En pocas palabras, mi infancia estuvo enfocada en disfrutar el trabajo; ya que mi madre, siempre hizo hincapié en que era un niño distinto a los demás, que ellos podían darse el lujo de perder el tiempo en jugar, ya que tienen papá y mamá que los apoye si ellos no deseaban ser alguien de provecho en la vida, en cambio, yo, era un niño sin la presencia de papá, que por eso, debo de esforzarme el triple a estudiar, y trabajar, ya que el día que ella me hiciera falta, no sufra o pase apuros. Y como se podrán imaginar, en vacaciones iba a cursos de verano por las mañanas, y por las tardes, le ayudaba en el negocio a mi mamá, y cuando no había vacaciones, iba a la escuela, y también ayudaba en el negocio. Algo que considero que marcó mi forma de vivir, es que, desde niño, me inculcaron a ser honesto en todo, mi madre siempre me hizo esta comparativa; la cual llevo siempre en mente, quien roba una hormiga, roba también un elefante, eso quiere decir, que, si eres capaz de robarte algo muy insignificante, puedes tomar algo de mayor valor sin que sea tuyo.

Como mencioné en el párrafo anterior, siempre estuve enfocado en el trabajo y estudio, creo que eso fue forjando mi carácter en no rendirme, en siempre hacer las cosas lo mejor que pueda, y de eso estoy sumamente agradecido con Dios y la vida, por darme un mentor, una guía, una amiga y confidente.

Espero que, a estas alturas de mi vida, no haya nada de mis actos que la avergüence, ya que como dice un dicho, los hijos son el vivo espejo de los padres, y como hijo, me toca hacer las cosas tal como me educaron, para no dejarla en vergüenza, una de las cosas que considero que le enorgullece de mi es que, a mi edad, no haya desistido de seguir con mi preparación, y otra de las que también estoy seguro que está orgullosa de mí, es que hasta el momento, me he conducido tal como me educaron.

Espero que, en un futuro, todo este esfuerzo de estudiar y trabajar me de los gozos que más quiero, uno de ellos es crear mi propia empresa, una constructora a nivel nacional, que cotice en la bolsa mexicana de valores, y también darle una mejor calidad de vida a mi madre; que tanto se esforzó por mí, y a quien decida compartir vida conmigo.

autobiografía.

jaime david canché chí