La Revista de Los Imparables La Revista N°3 | Page 24
Copartimos con Ustedes:
Para reflexionar. . .
“Un hombre, que regularmente asistía a las reuniones con sus amigos, sin
ningún aviso dejó de participar en sus actividades.
Después de algunas semanas, una noche muy fría el líder de aquel grupo
decidió visitarlo.
Encontró al hombre en casa, solo, sentado frente a una chimenea donde ardía
un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita, el hombre dio
la bienvenida al líder. Se hizo un gran silencio.
Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno de los
troncos de leña que crepitaban en la chimenea.
Al cabo de algunos minutos el líder, sin decir palabra, examinó las brasas que
se formaban y seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, retirán-
dola a un lado del brasero con unas tenazas. Volvió entonces a sentarse.
El anfitrión prestaba atención a todo, fascinado pero inquieto. Al poco rato, la
llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momen-
táneo y el fuego se apagó repentinamente.
En poco tiempo, lo que era una muestra de luz y de calor, no era más que un
negro, frío y muerto pedazo de carbón.
Muy pocas palabras habían sido dichas desde el saludo.
El líder, antes de prepararse para salir, con las tenazas regresó el carbón frío
e inútil, colocándolo de nuevo en medio del fuego. De inmediato, la brasa se
volvió a encender, alimentada por la luz y el calor de los carbones ardientes
en torno suyo.
Cuando el dirigente alcanzó la puerta para irse, el anfitrión le dijo: Gracias
por tu visita y por tu bellísima lección. Regresaré al grupo.
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