Lo que realmente nos debería representar, lo que realmente nos debería identificar, esas inspiradoras figuras, esos inolvidables ideales, nuestras bases y nuestro pasado, se va perdiendo, y se va escondiendo bajo la amenazante figura de la globalización, del mercado, de la tecnología y de la renovadas ideas con perspectivas hacia el futuro. Es un continente muy frágil, poco experimentado a causa de su edad con respecto a otros continentes.
América Latina y sus distintos países tuvieron orientaciones parecidas, visiones políticas, económicas, culturales, deportivas, ansias de proteger su continente e incluso la unidad de este como un solo país. Pero esto se ve corrompido y alterado por un factor amenazante y peligroso a la vez para un continente ‘‘en vías del desarrollo’’, y por lo demás, muy influenciable, que es la globalización. Ésta, busca que todos sigamos un mismo sentido de modernidad, que todos seamos unos entes económicos sin valor humano, que sigamos a las potencias del norte del mundo. Que todos tomemos Coca-Cola y que todos comamos McDonald’s, viendo como el mundo se convierte en lo que ellos quieren.
Pues, como dice el actual presidente de Uruguay, José Mujica, ‘‘¿Nosotros estamos gobernando a la globalización o la globalización nos está gobernando a nosotros?’’. Y así es, queramos o no, nos está llevando por un camino que no es lo que debemos seguir, no son nuestros ideales, no son nuestra gente, no es nuestro estilo. Quieren hacernos creer el cuento mediante su imperialismo cultural, que el enemigo es el árabe de medio-oriente y que el modelo a seguir es George Bush; que mientras más sobresalgamos vamos a ser mejores, y si dejar atrás o a un lado a nuestros hermanos de continente es necesario, hacerlo. ¡No!, nosotros queremos seguir nuestros modelos, al Che Guevara, a Simón Bolívar, amarnos entre nosotros, respetar nuestras propias raíces, que mientras sepamos de dónde venimos, vamos a saber hacia dónde vamos.
¿Y el pasado que nos reúne? Es precisamente ese, ese fue nuestro mayor error, y lo que nos liquidó a todos los países Latinoamericanos entre los años 70’ hasta la década de los 90’. Fue la veneración por los dogmas venidos desde afuera, nuestra intolerancia mal disimulada, nuestra incapacidad de aceptar nuestras propias raíces. Nuestra incapacidad de refugiarnos en lo propio, tanto en momentos de frustración como en momentos de prosperidad, hemos siempre carecido de equilibrio, por eso estamos expuestos a caer en las garras de la globalización y ser gobernados por esta.
Pero también representa que hemos tenido muchas cosas positivas en común y también otras negativas, y por ende somos un continente con miradas muy parecidas, como fue mencionado anteriormente. Ningún país en nuestro continente se ha alzado por sobre los otros con ansias de querer conquistarlos a todos, a diferencia de otros continentes, quienes por lo demás se creen ‘el primer mundo’.