Latinoamérica siempre ha sido un territorio marcado por revoluciones, de cambios drásticos, como lo son las colonias y sus independencias, sus propias configuraciones nacionales, sus abruptos cambios y términos de gobiernos y dictaduras, con países de economías igualmente cambiantes, tendiendo eso sí, dependiendo del momento histórico y el contexto si se tiene a un lado u otro.
Temas de gobernabilidad, economía, educación, salud y otras índoles administrativas no pueden sino estar sujetas a una decisión política, pasando fundamentalmente por la entidad del gobierno respectivo de cada país.
Ahora bien, generalmente cuando democráticamente es electo un presidente para asumir la gestión de un país, se espera sea buena ésta, pero lamentablemente esto no siempre es así, y cuando esta confianza en un buen gobierno se rompe por el “no cumplimiento” de alguna de las partes, es de esperarse alguna manifestación en contra de ese errado accionar, siendo en los casos a evaluar aquí, la manifestación popular en las calles.
En Chile el tema educacional es un área conflictiva, con problemas y reformas importantes desde siempre, y que en el tiempo reciente hemos sido testigos -primero en el 2006, y más adelante en el 2011-, de fuertes movimientos populares como “los pingüinos” y el “Movimiento Estudiantil”, que exigían reformas estructurales al sistema educativo chileno, ya sea administrativamente o de contenidos, etcétera.
Estos movimientos han llegado a poner en jaque a los gobiernos de turno, llegando incluso en el gobierno de Sebastián Piñera a dejarlo con un 23% de aprobación en algunos momentos, evidenciando el descontento popular frente a la gestión estatal del presidente y posicionándonos
.en una verdadera crisis política, puesto que el mismo pueblo, los ciudadanos, se enfrentan contra el gobierno por el descontento hacia él, siendo esta manifestación realizada en las calles, masivamente, con asistencias que a veces superaban los 100000 adherentes y en su mayoría, pacificas, salvo apartados incidentes ajenos a la manifestación legítima y democrática de violencia por parte de los llamados “encapuchados”, antisociales que básicamente minaban la causa con su violencia.
Ahora, saltando a la comparación para sostener mi tesis, veamos el caso argentino, un país poderoso, de predominante sector agrario en su economía, un país que también vivió los efectos de una dictadura en el siglo XX, gobernado hace años por un mismo partido, el Peronista, del cual actualmente gobierna Cristina Kirchner, esposa del fallecido ex mandatario Néstor Kirchner, la cual enfrenta serias críticas a su gobierno, teniendo una aprobación por parte de los ciudadanos argentinos de tan solo un 24% y ha visto a su país manifestado a gran escala, teniendo incluso paros de transportistas públicos masivos en Buenos Aires o incluso paros del agro, viviendo momentos de aprobaciones muy bajas, como el presidente Piñera.